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Actualizado: 25 de mayo de 2025
En este canto se cuenta como vuelto el Adelantado de Ibiaza, fué al Rio de la Plata, y de la venida del capitan Rui Diaz en su demanda. ¡O mísero contento de esta vida, Aguado con sobrados descontentos! Tras el deleite siempre viene asida La pena, los disgustos y tormentos: Que no hace en un ser jamás manida Fortuna, sin tener mil mudamientos.
Al pie de otra sierra que se desprende hacia el Sur y vuelve al Este encadenando al Ebro, está Brañosera, y poco más abajo Aguilar de Campóo, la manida de osos y el nido de águilas, principio de otro raudal de hombres no menos fieros, que después de asolar, al mando de Alfonso I, los campos góticos fueron repoblándolos lentamente de castellanos.
Con esto los apaciguó, y don Quijote volvió a preguntar al cabrero si sería posible hallar a Cardenio, porque quedaba con grandísimo deseo de saber el fin de su historia. Díjole el cabrero lo que primero le había dicho, que era no saber de cierto su manida; pero que, si anduviese mucho por aquellos contornos, no dejaría de hallarle, o cuerdo o loco.
En este tiempo andaba con presteza Juntando Juan Ortiz mucha comida: El Sargento mayor vá sin pereza De los indios buscando la manida; Y tanto calor pone, y tal destreza, Que la miseria en breve fenecida, Que el indio tiene, deja y los buhíos Barridos de alto á bajo, y muy vacios.
Yo, que no he creído en nada, creo en su majestad irresistible, en su poder benéfico, que revoluciona nuestra existencia, haciéndola más cómoda y fácil... El dinero es también poesía, una poesía sobria, enérgica, intensa, más humana y conmovedora que la insincera y manida que ustedes vienen repitiendo hace siglos en sus versos. Esta afirmación provocó en Ojeda una risa franca.
Despues al Paraguay determinaba Que vayan á traer mucha comida: Al capitan Garay acompañaba Rui Diaz, que procuran la manida De Cayú, que en las islas habitaba. All
Mas él nos dio a entender presto ser verdad lo que pensábamos, porque se levantó con gran furia del suelo, donde se había echado, y arremetió con el primero que halló junto a sí, con tal denuedo y rabia que, si no se le quitáramos, le matara a puñadas y a bocados; y todo esto hacía, diciendo: ¡Ah, fementido Fernando! ¡Aquí, aquí me pagarás la sinrazón que me heciste: estas manos te sacarán el corazón, donde albergan y tienen manida todas las maldades juntas, principalmente la fraude y el engaño! Y a éstas añadía otras razones, que todas se encaminaban a decir mal de aquel Fernando y a tacharle de traidor y fementido.
Allí se servía á los viajeros, recién descoyuntados y molidos por el suave movimiento de las galeras, algún pedazo de atún con cebolla, algún capón, si era Navidad ó por San Isidro, callos á discreción, lonjas escasas de queso manchego, perdiz manida, con valdepeñas y pardillo.
Palabra del Dia
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