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Actualizado: 12 de mayo de 2025
Y cuando alguien me desafíe, yo le diré que no me sé batir, en vez de plantearle el problema de la moral del duelo. Por lo demás, acaso toda la moral del duelo consista precisamente en esto. Cuando todo el mundo llevaba una espada al cinto y sabía más o menos manejarla, batirse en duelo era una cosa así como lo que es hoy liarse a garrotazos.
Empuñola Suárez, y comenzó a manejarla con singular destreza. ¿No canta usted? le preguntó la madre. Al tiempo de lavarme únicamente. Pues aquí la hermana San Sulpicio lo hace muy bien. Alguna vez la hemos oído en el colegio... el día del santo del superior, que es cuando se permiten esas cosas.
En la prosa, el arte, si arte se necesitaba para manejarla bien, era llanote y campechano; las pruebas abundaban, al decir de las gentes, de que en España bastaba querer para convertirse un zapatero en literato distinguido; y esto no sería del todo exacto por lo tocante a los zapateros; pero podía serlo por lo tocante a él, que había cultivado la inteligencia, conocía bastante bien la lengua en que pensaba, y hasta sabía distinguir los libros escritos con arte de los emplantillados por zapateros.
Además, haciendo él mismo una lanza ligera con sus gallardetes y cordones, mostrole el modo de manejarla; y algunas noches, a la luz de una vela, le ejercitaba, por medio de su propia sombra, en bajar y subir la mano hasta el oído, para que aprendiese a embestir con gallardía.
Con lo cual, señor Resmilla, lograríamos doble resultado: para el Señor la conquista de un alma; y para nuestro propósito la posesión de una voluntad, dueña, en plazo más o menos breve, de lo que desean poseer las Hijas de la Salve. Perfectamente. Considerado así el asunto, Vd., ¿qué cree que debamos hacer? Que mi hermano riña lo antes posible con la novia, y luego manejarla a ella.
Se sintió turbado, se esforzó en saludar, quiso decir algo y no pudo. Pero le impelían hacia la tribuna, y no había remedio. Si no hablaba, ¿qué dirían de él? Lázaro había brillado en Zaragoza por su elocuencia; había aprendido á dominar la multitud, á sobreponerse á ella, á manejarla á su antojo. Pero en aquella ocasión se encontraba novicio, se desconocía, tenía miedo. ¡Que hable, que hable!
Ester le dirigió una mirada llena de la luz de una nueva alegría. Tienes que conocer á Perla, le dijo, ¡nuestra Perlita! Tú la has visto, sí, yo lo sé, pero la verás ahora con otros ojos. Es una niña singular. Apenas la comprendo. Pero tú la amarás tiernamente, como yo, y me aconsejarás acerca del modo de manejarla.
El futuro suegro de mi amita, D. José María Malespina, que no tenía parentesco con el célebre marino del mismo apellido, era coronel de Artillería retirado, y cifraba todo su orgullo en conocer a fondo aquella terrible arma y manejarla como nadie. Tratando de este asunto era como más lucía su imaginación y gran desparpajo para mentir.
Palabra del Dia
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