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Actualizado: 25 de mayo de 2025


Los españoles ponen redondas piedras como balas; y despues de estas amenazas de unos y otros, estan constantemente hallando los indios en aquel propio sitio del cerro, varios papeles, ó cartas puestas en una estaca, cosa que tiene á los indios consternados, pues ni se atreven á quitarlos, ni se apartan de allí, manteniéndose en continua vigilancia, temerosos que algun papel de estos salga entra ellos, y en manos de nosotros.

¿Qué ocurría? Según después supimos, Francia había tenido una pérdida funesta, la de su general Gobert, el cual cayó mortalmente herido por una de esas balas de guerrero invisible, que salían de entre las malezas para taladrar el corazón del Imperio. Aquel valiente militar murió pocas horas después en Guarromán.

¡Maestro, balas! ¡pronto, balas! ¡Balas! ¡santo Dios, qué cañonazos! si vais tan de prisa durante un cuarto de hora, las gargantas de nuestros cañones se secarán pronto. Tomad, hijos míos, y cuidadlas bien, son las últimas. Entonces el señor Durand abandonó el saco de artillero para tomar el martillo del calafate, y se precipitó hacia la bodega para tapar la vía de agua.

Armó el fusil e hizo fuego; pero los piratas respondieron con una granizada de flechas, sin descubrirse. Sólo algunas llegaron, ya sin fuerza, hasta la casa; las otras se quedaron a medio camino. No se mueven, Van-Horn dijo el joven, irritado. Ya lo veo, señor Cornelio. Saben que somos diestros tiradores, y huyen de nuestras balas; así que en vez de desperdiciarlas, creo que debemos almorzar.

Luego, tras el breve relato que le hizo el señor de todo lo ocurrido en la noche, examinó, entornando los ojos con una expresión de inteligente, los dos agujeros abiertos por las balas en la pared. ¿Y usted tenía la cabeza aquí, donde la tengo yo?... ¡Futro!... Su mirada reflejó admiración, devota idolatría, ante aquel hombre portentoso que acababa de salvarse por un verdadero milagro.

En medio de ellas atravesó Blasillo la calle hasta que llegó a una enorme verja de hierro detrás de la cual había un viejo de larga y cadavérica cara, cubierto con una especie de gorro amarillo, que encuadraba de una manera extraña su horroroso rostro. BLASILLO. Tarda usted mucho, buen hombre, y ya sabe usted, sin embargo, que las balas llueven sobre los cristianos en esta maldita calle.

Tiene tu alma la fuerza de esos árboles que, al caer, estremecen las montañas... Compra tu libertad y tus derechos con los propios esfuerzos de tu alma, que la presente edad sólo nos lega una herencia de penas y desgracias... ¡Triunfarás, juventud! con tu heroísmo que no teme el peligro ni las balas... eres como el limbás de nuestros montes que al estallar el rayo, ¡vuela y canta!

Un duelo al amanecer y una bala en el pecho. La noche anterior, a la salida del teatro, el conde había subido un momento a su círculo. Algunas palabras cogidas al vuelo sobre Leonora y él; rompimiento con un amigo; bofetadas y el encuentro concertado a toda prisa, esperando la primera luz del día para cruzar las balas.

Durante esta fuga el bandido volvió repetidas veces su cabeza y el brazo derecho armado con un revólver. Dos balas pasaron silbando cerca de don Carlos.

Cierto que el pueblo español no escatima nunca su sangre cuando de patriotismo se trata; pero ¿no sería más preferible la lucha de los principios en el Parlamento, que el cambio de balas en terrenos pantanosos, á 3.000 leguas de la patria, entre bosques impenetrables, bajo un ardiente sol ó entre lluvias torrenciales?

Palabra del Dia

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