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Actualizado: 9 de noviembre de 2025


De veras que era pobre la casa de Loppi: las arañas no hacían telas en sus rincones porque no había allí moscas que coger, y dos ratones que entraron extraviados, se murieron de hambre.

Sentábase a la mesa, mojaba la pluma en el tintero, se acariciaba la frente; pero a su espalda cantaba la aguja al perforar el lienzo, crujían los corsés al amontonarse, zumbaban las moscas en torno de su cabeza, y el calor pesado y asfixiante cubría su piel de perlas de sudor. Rompía papeles y más papeles, y acababa por dejar la pluma con rabioso movimiento.

Adoptaba siempre para acostarse posturas diversas y tan fantásticas en ocasiones, que excitaba la admiración de los que le miraban. Si no fuese por las pulgas y las moscas, el Canelo se hubiera juzgado con razón el perro más dichoso de la tierra.

Ojeda y Maltrana avanzaron entre el gentío casi tambaleándose, como embriagados por la sensación del suelo firme bajo sus plantas y el vaho que despedía caldeado por el sol. Un reloj señalaba las cuatro de la tarde. Junto a sus ojos revolotearon unas moscas pesadas y pegajosas, las primeras que salían a su encuentro en la nueva tierra.

Un día estaba sentado en un banco tomando una taza de 5 leche. Había varias moscas en el banco cerca de algunas gotas de leche. Don Juan mató siete de ellas de un golpe. Entonces gritó: Yo soy muy valiente, y desde hoy me llamo Don Juan Bolondrón Matasiete. 10 Había cerca de la ciudad un bosque. Dentro del bosque había un jabalí que hacía mucho mal a los habitantes.

En el escaparate central estaba la muestra de la casa, lo que había hecho famoso al establecimiento: un maniquí vestido de labradora, con tres rosas en la mano, que al través del vidrio, mirando a los transeúntes con ojos cristalinos, les enviaba la sonrisa de su rostro de cera, punteado por las huellas de cien generaciones de moscas. Doña Manuela entró en la tienda.

Los derviches, con aspecto de demencia, canturreaban inmóviles en una encrucijada, envueltos en nubes de moscas, esperando el auxilio de los buenos creyentes. Gran parte de la población estaba compuesta de israelitas descendientes de los judíos expulsados de España y Portugal.

Cuando llegó al ventorro supo que su amigo había muerto algunas horas antes. Era un domingo por la tarde. Adentro, en la única habitación de la choza, estaba tendido sobre un pobre lecho el cadáver hinchado, sin otra compañía que las moscas, que revoloteaban sobre su rostro violáceo.

Gracián dijo solemnemente que más, mucho más había padecido Cristo por nosotros, y luego reinó un silencio tristísimo, durante el cual no se oía más que el rumor de las hojuelas de acacia, batiendo el aire y desconcertando las bandadas de moscas. Al punto que estas vieron a los dos clérigos, se fueron derechas a ellos, manifestando singular preferencia por el joven acompañante.

Pronto reconocieron en aquella pelota a la hija mayor del escribano, que venía desmayada y con acardenalado y gordo chichón en la frente. Las mejillas y las narices las traía embadurnadas en una sustancia amarilla y pegajosa a la que las moscas acudían. Al pronto dio no poco que sospechar tal sustancia, pero luego se supo que eran yemas despachurradas.

Palabra del Dia

vengado

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