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Actualizado: 9 de julio de 2025


Meses enteros sin querer teatros, ni visitas, ni más que escapadas a la Alhambra y al Generalife; y allí leyendo y papando moscas te pasabas las horas muertas. Resultado: que enfermaste y si no me trasladan a Valladolid, te me mueres. ¿Y en Valladolid?

Ni Fortunata lo entendía tampoco, por lo cual estaba verdaderamente anonadada. Faltábale poco para echarse a llorar. «Vamos, vamos dijo el coronel sacudiendo toda aquella argumentación capciosa, como se sacuden las moscas ; hablemos claro y seamos prácticos sin miedo a la situación verdadera.

Estas almadías del desastre, se enredaban entre los naranjos y formaban barreras que, poco a poco iban engrosándose con nuevos despojos de la corriente. Allá lejos, en el límite de la laguna, movíanse con regularidad algunos puntos negros, agitando sus patas como moscas acuáticas, en torno de las casas, que apenas asomaban sus techumbres sobre la inmensa lámina de agua.

Una de sus órbitas había quedado vacía, colgando de este orificio del cráneo algunas piltrafas de la masa cerebral. En torno á él, la tierra bebía sangre ávidamente, cubriéndose de moscas. Se echó abajo del caballo, y con el revólver en la diestra avanzó hacia la casa. Al asomarse á su puerta y ver que no había nadie en la gran pieza que servía de sala y comedor, empezó á dar gritos.

D.ª Robustiana, que había oído las últimas palabras de la chica, se presentó á la puerta de la casa. ¡Pero, hombre, que siempre te has de entretener en mortificar á cuantos cruzan por aquí!... No le hagas caso, Eladia, hija mía; cuanto más enfadada te vea, más gusto le has de dar. ¡Ya, ya!... Todo es que está muy holgado. Cuando el diablo no tiene qué hacer, con el rabo espanta las moscas.

Pues también tiene fama de modesto y apacible como una dama su señor el de Morel; y la verdad es que ni uno ni otro aguantan moscas. ¡Cáspita con el mozo! Abundante y bien servida era la mesa de los escuderos en la abadía de San Andrés desde que el príncipe Eduardo estableció su corte en aquel histórico edificio.

La cabeza de un alemán estaba en el fondo del charco. Llevaba varias horas de marcha, cuando se detuvo, creyendo reconocer una casa en ruinas. Era la taberna donde había almorzado días antes, al dirigirse á su castillo. Penetró entre los muros hollinados, y un enjambre de moscas pegajosas vino á zumbar en torno de su cara. Un hedor de grasa descompuesta por la muerte arañó su olfato.

Yo gobernaré esta ínsula sin perdonar derecho ni llevar cohecho, y todo el mundo traiga el ojo alerta y mire por el virote, porque les hago saber que el diablo está en Cantillana, y que, si me dan ocasión, han de ver maravillas. No, sino haceos miel, y comeros han moscas.

Decía él que abría el corazón por única vez al primero que quería oírle. Por la boca muere el pez, ya lo . No soy yo de los que olvidan que en boca cerrada no entran moscas; pero con usted no tengo inconveniente en ser explícito y franco, acaso por la primera vez en mi vida. Pues bien, oiga usted el secreto. Y lo decía. Hablaba en voz baja, con misterio.

Atravesando la vega en las horas de más sol, cuando ardía la atmósfera y moscas y abejorros zumbaban pesadamente, sentíase una impresión de bienestar ante esta barraca limpia y fresca. El corral delataba, á través de sus bardas de barro y estacas, la vida contenida en él.

Palabra del Dia

godella

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