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Entonces, y con esta seguridad, Montiño se persignó y rezó apresuradamente la confesión general. Después dijo: Hace dos horas envenené una confitura que ha de servir en una merienda. Y apenas pronunciadas estas palabras, Montiño rompió á llorar.

¡Y para el favor que me están haciendo a esos señores que predican la libertá! ¡Dicen que van a echar a todas las monjas a la calle y a no dejar convento con convento! Amparo retrocedió tres pasos, se puso en jarras, enarcó las cejas, y después se persignó media docena de veces, con extraña prontitud.

En aquel instante llamó alguien a la puerta del convento, y a poco entró una señora, de visita, que pasó al salón, y enterándose de lo que ocurría, asomose también a la ventana baja. Era Guillermina Pacheco, que se persignó al ver la tragedia que allí se había armado. «¡En el nombre del...! ¡Pero !... ¡Mauricia!... ¿cómo se entiende?... ¿qué haces?... ¿estás loca?».

En pocas palabras le expliqué lo sucedido, y él me escuchó en silencio. Luego que hube terminado, murmuró algo, se persignó, y, como nos despertaron los pasos que se aproximaban del sacristán, salimos afuera y nos dirigimos hacia la ancha plaza, que ya estaba envuelta en una semiobscuridad.

Cuando Julî abrió los doloridos ojos, vió que la casa estaba todavía oscura. Los gallos cantaban. Lo primero que se le ocurrió fué que quizás la Virgen haya hecho el milagro, y el sol no iba á salir á pesar de los gallos que lo invocaban. Levantóse, se persignó, rezó con mucha devocion sus oraciones de la mañana y procurando hacer el menor ruido posible, salió al batalan.

Cuando iba ya a tocarle en un hombro, Tirso se puso en pie, hizo ante el altar una lenta genuflexión, se persignó y salió despacito. Al verle llegar a la puerta, Pepe, que había vuelto a salir, le dijo, procurando no dar acritud a sus palabras: Pero, ¿ sabes la impaciencia con que estarán en casa?

Le parecía inexplicable que todo el mundo pasara por aquel rincón del claustro sin advertir el gran dolor de Jesús. Un día, sin poder contenerse, llamó a una monja que era su maestra, se oprimió a ella y le señaló el Cristo. La monja se persignó devotamente. Fíjese, hermana, insistió ella con ansiedad, Jesús parece que grita. Hijita, ; es por nosotros que pecamos tanto.

Cuando salió de la sala, se persignó y santiguó, y con mucha devoción y sosiego hizo una profunda reverencia a una imagen de Nuestra Señora, que en una de las paredes del patio estaba colgada; y alzando los ojos, vió a los dos que mirándola estaban, y apenas los hubo visto, cuando se retiró y volvió a entrar en la sala.

Abuela, para ahorrar palabras dijo con gravedad : voy a pegarme un tiro, y antes he querido verla, despedirme de usted para siempre. La vieja se persignó. ¡Alabado sea el Señor! ¿Pero se había vuelto loco? ¿Qué le pasaba, para decir tales disparates?... Con ojos de asombro escuchó al nieto, que relataba sus miserias.

De pronto mi guía se paró delante de una puerta, la que abrió con su llave, y me encontré dentro de una diminuta y desnuda celda, sin alfombra, cuyo mobiliario se componía de una cama de ruedas, una silla, una mesa-escritorio y un estante de libros bien provisto. En la pared había un gran crucifijo de madera, delante del cual se persignó al entrar. Esta es mi casa explicó en inglés.