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En efecto, todos aquí, por su actitud y su lenguaje me predican elocuentemente el desprecio de las riquezas; desde luego, la señora Aubry, que se puede comparar á esos glotones sin vergüenza cuya irritante gula os quita el apetito, y que os hacen repugnantes los manjares que alaban; este anciano que se extingue sobre sus millones tan tristemente como Job sobre el estiércol; esa mujer excelente, pero novelesca y estragada, que sueña en medio de su importuna prosperidad con el fruto prohibido de la miseria, y en fin, la orgullosa Margarita, que lleva como una corona de espinas la diadema de belleza y de opulencia con que el Cielo ha oprimido su frente.

-Eso no es de maravillar -dijo don Quijote-, porque muchos teólogos hay que no son buenos para el púlpito, y son bonísimos para conocer las faltas o sobras de los que predican.

Concibo perfectamente por qué los sacerdotes quieren una sumisión ciega y predican tan ardientemente esta fe religiosa que adopta sin examen y adora sin murmurio; ello es la base de su imperio; y éste está perdido desde que se razona".

Y es cierto que no los necesitan los que predican la palabra de Dios, porque esta por es eficacísima, y propuesta con claridad y dulzura, halla facil acogida en el corazon humano, donde están estampadas las señales de la luz del rostro del Señor.

Pero, Magdalena dijo la buena Genoveva, todo el mundo se casa así en nuestra sociedad. respondí suspirando, el matrimonio de inclinación es considerado como un suceso raro y muy peligroso. Todos predican las peores calamidades a los que se dejan llevar al matrimonio por un cariño apasionado. Lo que no obsta para que yo encuentre odioso casarse en las condiciones ordinarias...

19 Y viendo sus amos que había salido la esperanza de su ganancia, prendieron a Pablo y a Silas, y los trajeron al foro, ante el magistrado; 20 y presentándolos a los magistrados, dijeron: Estos hombres, siendo judíos, alborotan nuestra ciudad, 21 y predican ritos, los cuales no nos es lícito recibir ni hacer, pues somos romanos.

Todo se reduce á lo siguiente: Hay un partido, unos cuantos hombres que se llaman liberales sensatos, que predican el orden y el respeto á las leyes. Todo esto es muy bueno. Pero el pueblo ha cobrado gran odio á esa gente, que es, según cree el Rey, el apoyo de la Constitución.

Comprendido, comprendido repuso vivamente agitando su abaniquillo . Quiere decir que todos estos caballeros vienen aquí a predicar, y así como los curas de las iglesias predican diciendo que seamos buenos, los procuradores de la nación predican otras cosas; viene la gente, los oye y nada más.

Si el populacho nos pide los talleres nacionales, la alta vagancia nos pedirá algún día los casinos costeados por el Estado. Lógica, lógica, digo yo. Y a los que predican el comunismo les digo: «Estáis tocando el violón, porque el comunismo existe entre nosotros con tan profundas raíces como la religión: es nuestra segunda Fe.

¡Ah, Dios, ah Dios! decía una pobre mujer, demacrada á fuerza de ayunar; delante de no hay rico, no hay pobre, no hay blanco, no hay negro... ¡ nos harás justicia! , le contestaba el marido; con tal que ese Dios que predican no sea pura invencion, ¡un engaño! ¡Ellos son los primeros en no creer en él!