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Actualizado: 4 de mayo de 2025
Mamá preguntó Ramón divagando todavía con los pensamientos delirantes de su enfermedad ¿quién habrá puesto ahí esas flores tan temprano?... ¿No podría ser el hada madrina?... No, hijo mío. Esas flores las puso la madre de Lita, que estuvo aquí antes que nosotros; no lo dudes. ¿Cómo lo sabes? Porque soy tu madre. Ramón se arrodilló, se persignó y dejó sus rosas blancas junto a las otras flores.
Rosa llegó a la sala, y ¡cuál no se quedaría al ver a Marisalada asomada al postigo y oyendo al cantor con toda la atención de que era capaz! Entonces se persignó, exclamando: ¡Y todavía no ha cumplido trece años! ¡Sobre que ya no hay niñas!
Metióse sesenta huevos. ¡No vi tal en mi vida! Dijo que se iba a acostar. Dormimos todos en una sala, con otra gente que estaba allí, porque los aposentos estaban tomados para otros. Acostámonos; el padre se persignó, y nosotros nos santiguamos de él; durmió, y yo estuve desvelado, trazando cómo quitarle el dinero.
Más de una vez ha escapado con los ricos galeones de Méjico a los garfios de esos malditos ingleses, que, no obstante, no tienen nada de tontos, ¡los herejes! y se persignó. Después, dirigiéndose, al timonel: No vayas contra el viento; orza, orza, torpe, y piensa en virar en redondo.
Su joven descendiente, con una rodilla en tierra, le besó la velluda y callosa diestra, que midiera su fuerza alguna vez con el mismo Francisco I. Luego ayudó al inquisidor, quien, materializado a su vez, se persignó y masculló alguna oración en ininteligible latín. Doña Brianda, tocándole inmediatamente el turno, descendió con dificultad, por sus años y su respetable peso de matrona española.
Palabra del Dia
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