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Actualizado: 24 de junio de 2025
¡Hombre, bien! exclamó el capitán tornando á serenarse. Es una buena idea... Tres jueguecitos nada más, ¿verdad? Nada más masculló el cura. Echóse un poco hacia atrás éste hasta quedar sentado sobre el trasero del borrico, dejando un buen pedazo de albarda al descubierto.
Verdad, verdad masculló Salabert quedándose otra vez profundamente pensativo. Llera también permaneció silencioso y meditabundo. Ya le he indicado a usted el único medio que hay para conseguir la dirección....
Su joven descendiente, con una rodilla en tierra, le besó la velluda y callosa diestra, que midiera su fuerza alguna vez con el mismo Francisco I. Luego ayudó al inquisidor, quien, materializado a su vez, se persignó y masculló alguna oración en ininteligible latín. Doña Brianda, tocándole inmediatamente el turno, descendió con dificultad, por sus años y su respetable peso de matrona española.
Y extendiendo en seguida la mano derecha sobre la cazuela, a guisa de bendición, masculló algunas palabras en latín, que Andrés no pudo entender. ¡A cenar, muchacho! Cabrera fue un gran general dijo Andrés para adular a su tío. ¡Quién lo duda, chico, quién lo duda! exclamó éste dejando caer la cuchara sobre el plato.
¡Manjadero! ¡manjadero! masculló el aldeano con mal humor. Otros hay tan manjaderos; pero como tienen dinero no hay quien se lo llame. Y dejó caer de nuevo sus formidables espaldas en el sillón, estiró las patas y cerró los ojos para roncar. Los jugadores levantaron la vista hacia don Pedro con sorpresa e inquietud.
Sea de ello lo que fuere, lo cierto es que esa vida me ha proporcionado no escaso placer y abundantes enseñanzas. He estudiado en una universidad alemana y hablo el alemán con tanta facilidad y perfección como el inglés; lo mismo digo del francés, mascullo el italiano y sé jurar en español. No tiro mal la espada, manejo la pistola perfectamente y soy jinete consumado.
Hombre, es divino ¡es divino! masculló el mozalbete entre dientes, riéndose más bien con los ojos que con la boca . ¡Lance igual! Estará chistoso Miranda; estará chistoso. Artegui le miraba fijamente, sorprendiendo en sus pupilas la risa indiscreta. Con solemne seriedad, le interrogó: ¿Es usted amigo de Don Aurelio Miranda?
Escabullóse, sin esperar respuesta, y desapareció. La culpa me la tengo yo masculló Rocchio volviendo a su sitio, yo, que me acuesto con estos mequetrefes sin responsabilidad. ¡Sacramento!
Raúl soltó una exclamación que nada tenía de satisfecha, y con las cejas fruncidas y la expresión dura y descontenta, separó casi rudamente a la pobre mujer. ¡No nos faltaba más que esto! masculló el joven entre dientes. Prodújose un penoso silencio.
Y siguió adelante, desapareciendo en una revuelta del camino. A lo lejos, en la antigua barraca de Barret, ladraba el perro olfateando la proximidad de su amo. Al quedar solo, Pimentó recobró su soberbia. «¡Cristo! ¡Y cómo se había burlado de él aquel tío!» Masculló algunas maldiciones, y cerrando el puño señaló amenazante la curva del camino por donde había desaparecido Batiste.
Palabra del Dia
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