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Actualizado: 2 de mayo de 2025
Era una pieza lujosa y artísticamente decorada; las paredes forradas con cortinas de raso azul oscuro, prendidas al techo por anillos que corrían por una barra de bronce; sillas y butacas de diversas formas y gustos; una mesa-escritorio de nogal con adornos de hierro forjado; al lado una taquilla con algunos libros, hasta dos docenas aproximadamente.
¡Salga usted de aquí, señor insolente, y no me duerma usted en Vetusta!... gritó. Pero, señor... ¡Silencio digo! silencio y obediencia o duerme usted en la cárcel de la corona.... Y el Magistral descargó un puñetazo formidable sobre la mesa-escritorio.
Tras de lo cual, el pesimista abrió un cajón de su mesa-escritorio, y sacó un objeto reluciente y prolongado, que reconoció con el mayor esmero.... Estaba absorto en su ocupación, cuando sintió que le asían del brazo con fuerza convulsiva, y vio ante sí a una mujer pálida, más pálida que él, ardientes y fijos los ojos como dos carbones encendidos, abierta la boca para hablar... pero muda, muda.
De pronto mi guía se paró delante de una puerta, la que abrió con su llave, y me encontré dentro de una diminuta y desnuda celda, sin alfombra, cuyo mobiliario se componía de una cama de ruedas, una silla, una mesa-escritorio y un estante de libros bien provisto. En la pared había un gran crucifijo de madera, delante del cual se persignó al entrar. Esta es mi casa explicó en inglés.
Mientras hablaba, anduvo buscando algo en un cajoncito de la pequeña mesa-escritorio, y por fin sacó un objeto, añadiendo con profunda solemnidad: Usted conocía a Blair íntimamente, más íntimamente que yo, tal vez, en estos últimos años. Conocía a sus enemigos como también a sus amigos. Dígame, ¿ha tenido oportunidad de ver alguna vez el original de cada uno de estos hombres?
Decoraba tan tétrica pieza una mesa-escritorio, y sobre ella un tintero de cuerno, un viejísimo bade de suela, no sé cuántas plumas de ganso y una caja de obleas vacía.
Cuando lo hizo, vi por su semblante, que había cambiado y era otra mujer. Volvió junto a la mesa-escritorio y alzó el sobre, leyendo por segunda vez la inscripción que Blair había escrito sobre él, y luego sus ojos se fijaron en la fotografía de la casa solitaria situada cerca de las encrucijadas. ¡Qué! exclamó, sobresaltada, ¿dónde ha encontrado esto?
En el testero opuesto, sobre el sillón de la mesa-escritorio, parecía presidir el aspecto ordenado de la pieza una enorme cabeza de toro negro, con ojos de vidrio, narices brillantes de barniz, una mancha de pelos blancos en la frente y unos cuernos enormes, de fino remate, con una claridad marfileña en su base, que gradualmente iba obscureciéndose, hasta tomar la densidad de la tinta en las puntas agudísimas.
Palabra del Dia
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