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Actualizado: 18 de junio de 2025
No las tendrás; vete. ¿Por qué no las pides a Sofía? Y parecía que Melisa se desahogaba al expresar su desprecio por sílabas adicionales al título ya algo dilatado de su tentadora compañera. ¡Eres muy malo! Tengo hambre, Melisita. Desde ayer a la hora de comer no he probado bocado. ¡Estoy muerto de hambre!
Quintanar era inagotable en el capítulo de las quejas y de la envidia pequeña, al pormenor, cuando se trataba de su amigo íntimo, de su Frígilis; se sentía dominado por él y desahogaba la colerilla sorda, cobarde, bonachona en el fondo, en estas confidencias; Mesía era una especie de rival de Frígilis que asomaba; don Víctor encontraba cierta satisfacción maligna en la infidelidad incipiente.
Con Paco únicamente desahogaba, y pocas veces. Pero Ana creía en un complot y esto la ayudaba no poco en su defensa. Iba de tarde en tarde a casa de Vegallana, a pesar de protestas pesadas, insufribles de Quintanar, que repetía: ¡Qué dirán esos señores, Anita, qué dirán los Marqueses! Si don Álvaro perdía la esperanza, el Magistral tampoco estaba satisfecho.
¡Con tal que no se le ocurra bailar! pensó. En esto su temor era vano. Juan conocía tan bien lo que le faltaba para figurar en sociedad, que se había convertido casi en un salvaje. En un principio se había irritado contra sí mismo. Aislado y solitario después, se desahogaba juzgando fríamente la vaciedad y frivolidad de las palabras y actos mundanos.
De modo que, cuando regresaba de lo de don Eleazar, encontraba en don Benito Cristal un verdadero amigo, con quien me desahogaba contra mi mala suerte y lamentaba el tiempo que mis tíos me habían hecho perder. Don Benito era un carácter. En la arrogancia de su porte se reflejaba toda la entereza de su alma.
Mendoza continuó perfilándose, como decía Miguel, a más y mejor; cuando éste, encolerizado después de pagar la cuenta desahogaba con él su bilis, ponía una cara tan compungida e inclinaba la frente con tanta humildad, que la ira de su amigo disipábase como por encanto y concluía por reírse y resarcirse del dinero que soltaba con algunos sarcasmos que también resbalaban sobre la piel de Brutandor, sin lograr hacerle cambiar de conducta.
Moreno era, en sentir de Mario, el ser más distante de la poética idealidad que en aquel momento inundaba su espíritu, el menos a propósito para recibir la confesión de sus impresiones. Sin embargo, eran éstas tan vivas, tan avasalladoras, que si no se desahogaba pronto de ellas, era de temer una congestión.
He ahí lo que yo decía, sin poder acumular suficiente vergüenza e ignominia sobre la cabeza de la vieja. Y luego tuve conciencia de que me dejaba llevar de un furor indigno. Pero sentía que eso me desahogaba, respiraba más libremente y, cuando vi, tirada en el suelo, a la pobre Ifigenia a quien yo había maltratado, fui a recogerla.
La sola suposición de que su mujer viniese a no amarle, a odiarle o a despreciarle..., agitaba los nervios del infeliz. Se sentía convulso, como si el cielo fuese a caérsele encima, y sólo se serenaba, sólo pasaba aquella tempestad de su alma, cuando acudían las lágrimas a sus ojos y desahogaba con ellas el sentimiento del corazón.
A pesar de esta convicción, no podía contener en ciertos momentos una agresividad irónica, que se desahogaba inventando apodos clásicos. La joven esposa de Ulises, inclinada sobre su labor de encajera, era Penélope esperando la vuelta del errabundo marido. Doña Cristina aceptaba este sobrenombre, por saber vagamente que era el de una reina de buenas costumbres.
Palabra del Dia
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