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Actualizado: 13 de junio de 2025
Distinguia al célebre poeta Abdallah ben Xamri, y á Yahye ben Hakem. Véase Conde, t. 1.º, cap. «Bajándole á su lecho, murió aquella misma noche, antes que acabase de consumir el fuego los cuerpos de los sagrados mártires.» Bravo, t. 1, p. 133. De estos pseudo-cristianos, cooperadores de la tiranía sarracénica, haremos mencion especial mas adelante, en el capitulo Córdoba mozárabe.
Encendióse sobre el sepulcro de Abd-el-rhaman una guerra fratricida que retoñó por mucho tiempo al fin de cada reinado y engendró los mas horrendos crímenes; subió pocos años despues al trono el vengativo el Hakem que tomó el terror por sistema de gobierno, y sumergió de nuevo esta ciudad en la sangre de sus hijos.
Esperaste en Dios y venciste: confiaste tu venganza en la Providencia y la Providencia te la dió cumplida. Veo aun á el Hakem cruzando á pasos descompuestos los salones de su alcázar, lleno el corazon de pesares y de remordimientos.
El hijo del emir, los altos funcionarios de palacio, cuantos rodeaban á el Hakem le suplicaban con instancia que les permitiese salir para aplacar el tumulto con palabras de paz y de concordia; pero el Hakem, sediento ya de sangre, no quiso escuchar mas que la voz de sus pasiones.
Sucedió á Hakem el débil Hescham II; mas ¿no fue bajo el reinado de este que salió de entre la muchedumbre de tus soldados ese intrépido Almanzor, terror de los ejércitos cristianos, héroe que hizo morder el polvo de la tierra á cuantos se atrevieron á medir con él su lanza, varon tan celoso de su dignidad, que al sentirse herido en Calatañazor y al creer segura su derrota, rasgó los vendajes que detenian su sangre para morir sobre el campo de batalla? ¿Cuándo arrojó mas vivos resplandores el astro de tu fortuna y de tu gloria?
Cien años despues ¿no tuviste aun en el trono de los califas á ese magnánimo Abd-el-rhaman III, que despues de haber llevado sus armas vencedoras al interior de Castilla, al Africa, al Egipto, construyó junto á tus muros los palacios de Medina Azarah y te arrulló al melodioso son de los sublimes cantos que inspiró á tus poetas? ¿No viste á poco brillar de nuevo la estrella de Augusto en la frente del generoso el Hakem, de ese el Hakem II de quien dijeron los árabes que habia logrado convertir en rejas de arar tus armas, en pacíficos labradores tus guerreros? ¿No viste entonces cubrirse de flores tu campiña; de numerosos rebaños, las cumbres de tus cerros; de una rica vegetacion, las faldas de tus colinas pintorescas; de sabios, tus alcázares dorados; de peregrinos, tu mezquita djehma; de oro, tus robustas arcas?
El Hakem, sobre todo, fue para ella fatal: creó con objeto de oprimir á sus súbditos una milicia permanente, recargó de una manera escesiva los tributos, y sublevó contra sí los ánimos del pueblo. Irritado este, se arrojó á la calle y desahogó su ira contra los recaudadores. Súpolo el Hakem, rugió de cólera, y mandó empalar públicamente en una de las orillas del rio á diez de los rebeldes.
Palabra del Dia
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