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Actualizado: 28 de julio de 2025


Su padre lo quería hacer abogado, y le prohibió tocar un instrumento; pero el niño se procuró a escondidas un clavicordio mudo, y pasaba las noches tocando a oscuras en las teclas sin sonido. El duque de Sajonia Weissenfels logró, a fuerza de ruegos, que el padre permitiera aprender la música a aquel genio perseverante, y a los dieciséis Haendel había puesto en música el Almira.

Había llegado el mes de María, y en el culto que se le tributaba, algunas devotas se reunían a cantar coplas en honor de la Virgen, acompañadas por un mal clavicordio que tocaba el viejo y ciego organista. Rosita presidía esta sociedad filarmónica y religiosa. Algunas voces puras y agradables se unían en este concierto a la suya, que no dejaba de ser áspera y chillona.

No había olvidado la música; y apenas había yo salido, se sentaba al clavicordio; algunas veces, me acuerdo perfectamente, creí, oyendo los sonidos lejanos, que mi maestro se había quedado tocando y que ensayaba todavía. »Fácilmente comprenderán ustedes, queridos amigos, que después de este descubrimiento, Carlos no tuvo necesidad de ocultarse. Estudiaba con nosotros, en mi compañía.

Hay allí un complicado y curioso instrumento moderno, que Pablo, creyéndolo antiguo, lo ha hecho traer, para tocarnos en él no qué danzas, también muy modernas... pavanas y gavotas. El instrumento es llamado «clavicordio». Doña Inés lo conocía y está encantada. ¡Cómo! ¿Doña Inés y Pablo están tocando el clavicuerno?... ¡Cla-vi-cor-dio!

Venga usted con nosotros, Juan, voy a tocar una pieza de Mozart en el clavicordio de María Antonieta. Cerraremos la puerta para que las débiles notas del clavicordio no se oigan en el piso de arriba. El salón chico era precioso con su tapicería Luis XVI de muaré blanco rayado de azul pálido, sus muebles de vieja laca de coromandel y sus largos espejos colocados sobre delicadas consolas.

A Sebastián Bach le fue casi tan difícil como a Haendel aprender la primera música, porque su hermano mayor, el organista Cristóbal, tenía celos de él, y le escondió el libro donde estaban las mejores piezas de los maestros del clavicordio.

»Pasábamos las veladas en un pabellón elegante situado junto a la orilla del mar, el que hacía para nosotros las veces de biblioteca y de salón de música... Poníame al clavicordio y Carlos me acompañaba.

Las paredes, recubiertas de yeso, dejan ver la descarnada piedra a la manera de un pobre andrajoso que enseña las carnes a través de su vestido hecho trizas. En uno de los ángulos se halla un viejo clavicordio sobre el que hay papeles de música: es el Adiós del pueblo, composición de Juan Jacobo Rousseau.

¿Y no está colgado en esa sala algún retrato de nuestro amado pariente el conde de Targes? Don Fernando se alzó de hombros y salió, seguido del vizconde, en dirección a la sala del clavicordio. Manuel volvió a la cocina, bamboleándose y creyendo haber soñado; pero la arcaica moneda atestiguaba la realidad del supuesto sueño... ¡y más que la moneda, su borrachera!

Arca santa inviolable de la Raza, Arca santa de próceres bellezas, que a tu prestigio espiritual vinculas la gloria de las magnas epopeyas; Arca egregia y divina, que en las ingentes luchas ya pretéritas sobreviviste al colonial desastre, cual sobrevive el alma a la materia; Arca ebúrnea, copón de maravillas, donde se guarda secular herencia; Arca de lo inmortal que veneramos en la vetusta casa solariega; Arca de oro que ofrece el Libro Santo y el perfumado pan de la Belleza, por quién juramos proscribir la casta de osados malandrines que te afrentan; la musa tropical, la musa autóctona, de tus clásicos lauros heredera, torna a pulsar el clavicordio hispano, clavicordio romántico que sueña, clavicordio que sufre como un alma, clavicordio polífono que encierra en sus notas lo grande, clavicordio donde llora sus cuitas Filomela, donde estallan los gritos del combate, donde retumba la canción de gesta...

Palabra del Dia

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