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Volviéronse todos asustados, creyendo encontrar la sombra de Robespierre, que venía a comunicarles el dictamen de su experiencia. Tan sólo vieron a don Casimiro Panojas, sonriente, apretándose con una mano el gaznate, rompiendo con la otra el rabo de un conejito de porcelana de Sajonia que, entre mil costosas baratijas, adornaba una mesa.

Suevia, Turingia, Sajonia, Dania, Gocia, Suecia, Noruega, Polonia, Rusia, deben sus mas famosas universidades y sus ciudades mas opulentas á los monasterios.

Mas no los soltó el niño, y oprimiéndolos contra su pecho, subió a brincos la escalera, hasta llegar al vestíbulo; cerróle allí el paso una extraña figura que se paseaba de un lado a otro con las manos a la espalda. Era un enano feísimo, pero perfectamente proporcionado: verdadero pigmeo, émulo de aquel famoso Roby que presentaron en la mesa del rey de Sajonia dentro de un pastel de venado.

Su padre lo quería hacer abogado, y le prohibió tocar un instrumento; pero el niño se procuró a escondidas un clavicordio mudo, y pasaba las noches tocando a oscuras en las teclas sin sonido. El duque de Sajonia Weissenfels logró, a fuerza de ruegos, que el padre permitiera aprender la música a aquel genio perseverante, y a los dieciséis Haendel había puesto en música el Almira.

Cosas eran estas que compró por la sola razón de comprarlas. ¡Eran tan bonitas!... Pues ¿y aquel vaso de imitación de Sajonia, de qué le servía?... ¿Y las botellas para poner cebollas de jacinto? Más necesario era sin duda el librito de memorias, el plano de Madrid, las cinco novelas y la jaula, aunque todavía le faltaba el pájaro.

Hace muchos años, cuando el rey de Sajonia, que había sido partidario de D. Carlos, reconoció por reina á Isabel II, mandó á esta corte á un elegante y rico enviado extraordinario, llamado el barón Fabrice. Trajo este señor consigo á un hábil cocinero, que además era literato, y que al volver á su tierra compuso un libro de sus impresiones de viaje en España, y le tituló Puchero.

También en Cumplir dos obligaciones y Duquesa de Sajonia, se ensalza el nombre español, aunque el lugar de la acción sea fuera de España. La historia, que le sirve de fundamento, es la misma que nos ha dado á conocer la balada de Stollberg, titulada La arrepentida.

Mientras hablan los dos, vuelve la mujer misteriosa; laméntase en voz alta; póstrase en tierra ante Don Rodrigo, y le ruega que auxilie á la mujer más desdichada del mundo, contándole lo siguiente. Casada joven con el duque de Sajonia, y sin darle motivo alguno de sospecha, ha sido desde un principio víctima de su desconfianza y de sus celos.

Empuña su espada, alcanza á los rebeldes, los derrota, y cual otro Mariscal de Sajonia en la batalla de Fontenoi, entra al pueblo de las Peñas, cargado en hombros de sus soldados. Tan leal como valiente, respetaba las personas de los que se habian amparado del perdon ofrecido por el Virey de Lima.

Los mangos de los cuchillos provenían de un servicio encargado a Sajonia por Luis XV. Si el señor Le Bris hubiese gustado de las antítesis, habría podido hacer una comparación muy interesante entre el mobiliario de la señora Chermidy y el de la duquesa de La Tour de Embleuse.