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Actualizado: 17 de mayo de 2025


Los que no se hayan criado en un pueblo, nunca sabrán cuán apetitosa golosina es el sombrero para una artesana. Era doña Paula alta, seca, desgarbada. Cuando joven había sido buena moza; pero los años, la clausura continua, a la que no estaba avezada, y sobre todo la lucha que venía sosteniendo con el público para establecer su jerarquía, la habían marchitado antes de tiempo.

Era cosa imposible, porque el sistema de clausura empleado en la joven por sus tres carceleras, por aquel Cerbero femenino de tres cabezas y tres cuerpos, era inexorable. Clara vivía peor que un cenobita, peor que esos prisioneros de que hablan las historias antiguas, sepultados en vida, cuerpos vivos para el dolor y los horrores de la soledad. ¡Dios tenga piedad de esta infeliz!

El padre comisario general apoyó al padre Arce, presentando, entre otros argumentos, el siguiente que, a su juicio, era capital y decisivo: La conservación del feto es de derecho natural y el precepto de la clausura es de derecho positivo, y por consideración al último no sería caritativo exponer una mujer al aborto.

Corrieron tres años más, al cabo de los cuales Nacho recibió la investidura de licenciado en Derecho, y Nieves quebrantó los cerrojos de su clausura para no volver jamás a ella. Nuevo cambio de retratos entonces. El de Nachito con las hopalandas y el birrete del oficio, y el de su prima con todos los atalajes y arrequives de una mujer hecha y derecha.

Así, los obreros de Paris al trabajar en esas vastas fortificaciones, no hicieron otra cosa que asegurar la clausura de la ciudad, poniéndola bajo el poder de una presión militar. Tal es siempre el resultado de las fortificaciones.

Los transeúntes se detenían un instante para ver pasar aquella comitiva donde abundaban los rostros delicados de cutis nacarado, un tanto pálidos por la clausura y los hábitos viciosos del colegio: cruzaban poblando el aire de un murmullo suave, como un enjambre de abejas, más atentos a la conversación que llevaban entablada que a la perspectiva de las calles y a las bellezas del campo.

Las órdenes religiosas conservan la clausura, ese fuero interno de paz egoísta, muro defensivo, inexpugnable fortaleza; gozaron un tiempo el sagrado derecho de asilo, que era como el foso exterior de la clausura, universalmente respetado, y no se resignan a reconocer que lo han perdido, que ya no son inviolables cuantos se acogen a su protección y amparo.

Hay que asegurar el trabajo durante los meses que aún faltan hasta el 30 de Mayo, día que señala, con la llegada del verano, la clausura de los principales teatros cortesanos y la completa renovación de las compañías. Por ahora sólo se trata de cambiar ligeramente el personal de cada coliseo, para «refrescar» un poco el cartel y así atraer mejor la atención ingrata del público.

Ya en esta clausura, muriéronse la una tras la otra sus dos ancianas tías, y quedose mi madre sola con sus criados, que pluguiera a Dios no los hubiera tenido, o por lo menos a una traidora Lisarda, que fue la causa con sus liviandades, de lo que nunca recuerdo sin que de la congoja de mi corazón den muestra las lágrimas que salen por mis ojos.

Eran conventos poderosos: hoy se alberga en el uno como vergonzante la suprema autoridad política y gubernativa de la provincia; el otro, medio arruinado, no tiene mas morador que un pobre sillero, al cual le viene tan grande la regia clausura, que como corrido de su pequeñez dentro de ella, se ha bajado á un rincon de su inmenso patio á teñir sus palos y tejer sus eneas.

Palabra del Dia

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