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Actualizado: 15 de junio de 2025


El argumento es tan refractario á toda dramatización poética, que hubiera sido difícil á Calderón, hasta en la época en que sus facultades poéticas se encontraban en toda su fuerza, darle la forma de un drama perfecto. Sobre la vida de San Francisco de Borja, tan famoso en España, véase á Tanner, Societas Jesu, pág. 121: Pragæ, 1694. La sibila del Oriente.

¡Jesú, qué pesao y apestoso está uté hoy, amigo! ¿Se figura uté que por hablar de ella se va a disipá en el aire como el álcali volátil? Sufrí aquella mosca el tiempo que pude, que no fue mucho, pues me llegaban las once menos cuarto.

Otras me camela pa que sea monja; pero monja de señorío, de las de gran dote, y me promete correr con todo el gasto. Pero yo digo que no: «Señora, no quiero ser santa; me gustan mucho los hombres...» Pero ¡Jesú! ¡qué barbariaes digo!

En este Colegio Imperial de la Compañía de Jesús de Madrid y Agosto 21 de 1726. Michael Angelus Tamburinus, praepositum generalis Societatis Jesu.

Esto último se colige de la mención hecha en ella del nacimiento de Cristo, «en que muestra como el ángel vino á los pastores, é como les dijo como era Jesu Cristo nacidoSobre las demás propiedades del drama de esta época, sólo es dado hacer conjeturas.

Ties la cara de Dios, gitana; tus labios son casquites de limón, y cuando me miras, creo que me mira el buen Jesú de los milagritos con sus ojos dulces... Quisiera ser don Pablo Dupont con toas sus bodegas, para soltar el vino de las botas viejas que tiene er tío, y que vale miles de pesos: y meterías en el charco tus pies bonitos y yo le diría a too Jerez: «Beban ustés, cabayeros, que esto es la gloria». Y toos dirían: «Tiene razón Rafaé: ni que juesen los pinreles de la mismísima mare de Dios»... ¡Ay, niña! ¡si no me quisieras, güena suerte te esperaba!

Las de la hermana San Sulpicio eran ideales; no excesivamente pequeñas, pues éstas antes me causan repugnancia que placer, de piel tersa y levemente sonrosada, macizas, de dedos bien torneados aunque no afilados en demasía. Con la mente estaba mandando mil besos a aquellas manos seductoras. ¡Jesú, qué guitarriyo tan cruel! exclamó sacudiéndolo con impaciencia. ¿De quién ha sido el hallazgo?

Ahora el catolicismo ya no era más que una palabra: la verdadera religión era el jesuitismo. El Papa que bendice seguía en el Vaticano; pero el Papa que decreta y disciplina las conciencias, era el General, oculto en el Jesu de Roma. Esto á en nada me interesa acabó diciendo Aresti. Yo vivo fuera del gremio, y lo mismo me importa que lo dirija este que el otro.

Decía con voz ronca, rematando en chillido: «¡Acordaos siervos de Jesucristo, del castigado del Señor por sus pecados! ¡Dalde al pobre lo que Dios reciba!» Y añadía: «¡Por el buen Jesú!»; y ganaba que era un juicio. Yo advertí, y no dije más Jesús, sino quitábale la s, y movía a más devoción. Al fin, yo mudé de frasecicas y cogía maravillosa mosca.

2.º Que á ningun judío se permita tener, leer ú oir leer el libro intitulado MAR MAR JESU, por estar lleno de blasfemias contra nuestro Redentor Jesucristo, ni otro cualquier libro ó escrito que sea injurioso á los cristianos, ó hable contra alguno de sus dogmas ó contra los ritos de la Iglesia, en cualquier idioma en que esté escrito, i que al contraventor de este decreto se castigue como á blasfemo.

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