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Actualizado: 11 de junio de 2025
25 Y Jesús le riñó, diciendo: Enmudece, y sal de él. 26 Y el espíritu inmundo, sacudiéndolo con violencia, y clamando a gran voz, salió de él. 27 Y todos se maravillaron, de tal manera que inquirían entre sí, diciendo: ¿Qué es esto? ¿Qué nueva doctrina es ésta, que con potestad aun a los espíritus inmundos manda, y le obedecen? 28 Vino luego su fama por toda la provincia alrededor de Galilea.
Mantúvose con la garrocha bajo el brazo, como un picador, y la clavó en el cuello del toro, que avanzaba mugiente con el testuz bajo. Se enrojeció la enorme cerviz con un raudal de sangre, pero la fiera siguió avanzando en su arrollador impulso, sin sentir que se agrandaba la herida, hasta que metió las astas bajo el caballo, sacudiéndolo y separando sus patas del suelo.
Doña Paula y Gonzalo sonrieron. Este dijo en voz baja: ¡Qué pelo tan hermoso! Ventura lo oyó, y dijo sacudiéndolo: Es postizo. Todos se echaron a reir. ¿No lo cree usted? preguntó con seriedad y acercándose. Tire usted. Verá cómo se le queda en la mano. El joven no se atrevió, y continuó sonriendo. Tire usted, tire usted insistió ella volviendo la espalda y metiéndole el pelo por la cara.
Las de la hermana San Sulpicio eran ideales; no excesivamente pequeñas, pues éstas antes me causan repugnancia que placer, de piel tersa y levemente sonrosada, macizas, de dedos bien torneados aunque no afilados en demasía. Con la mente estaba mandando mil besos a aquellas manos seductoras. ¡Jesú, qué guitarriyo tan cruel! exclamó sacudiéndolo con impaciencia. ¿De quién ha sido el hallazgo?
Esta reja tiene unos picos... Al mover la mano me lastimé un dedo dijo Inés, chupándose la coyuntura del dedo índice y sacudiéndolo después para fingir el dolor del supuesto rasguño. Aquí están el chocolate y los bollos añadió la monja . Vaya, ya es tiempo de que se marche ese mocito, porque obscurece y no es ésta hora de tener abierto el locutorio.
Mientras está vigilando en la galería el trituramiento del grano en la tolva, siente que le tiran de la blusa. Mira hacia abajo. Gertrudis, de pie en la escalera, con las mejillas tostadas por el sol y los ojos brillantes, le hace una seña con el dedo: Ven a almorzar. Al instante. Termina su trabajo y se coloca a su lado. ¡Brrr! exclama la joven sacudiéndolo; ¡cómo te has vestido! ¿Y qué?
Palabra del Dia
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