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Tengo las peores noticias de tal individuo, y aunque no en qué forma le tendrá usted cogido, nada más fácil que á la postre tire la cabra al monte. De todos modos, procure que no se le vea en público con ese sujeto, y esparza bien la creencia entre la gente de que el apoyo que nos presta obedece sólo á los remordimientos de su conciencia y á los deseos de ponerse en paz con la Iglesia.

No pude más: tiré el volumen, cogí el sombrero, y me lancé a la calle. Hermosa tarde primaveral, dorada, luminosa.... Me dirigí hacia la colina, y subí hasta mi sitio predilecto. El cielo sin nubes ni celajes parecía una bóveda de cristal cerúleo. Las arboledas, frescas y reverdecidas, hacían gala de su flamante veste, y en las dehesas y en los collados flotaba una misteriosa claridad rosada.

Una de ustedes se casará con cualquier pelele, y la otra se meterá en un conventito a rezar por nosotros los pecadores, a no ser que algún día vea un galán por la reja, y se enamore, y luego se tire por la ventana a la calle. Doña María no podía resistir más.

Yo puedo matarlo á usted, si quiero, y usted, en cambio, no puede hacerme nada á .... Pero no abusaré. Prefiero que se convenza por sus propios ojos. A ver si así se le ablanda esa cabezota dura de bruto que tiene.... ¡Tire! Se abrió con ambas manos sus ropas, mostrando el pecho desnudo y la prodigiosa bolsita. Podía el gringo hacer fuego sin cuidado. Se lo decía él con aire de reto.

Zadig habló de esta suerte á Ogul: Señor, mi basilisco no se come, que toda su virtud se os ha de introducir por los poros; yo le he puesto dentro de una odre bien henchida de viento, y cubierta de un cuero muy fino; es menester que empujeis hácia dicha odre en el ayre con toda vuestra fuerza, y que yo os la tire muchas veces; y con pocos dias de dieta y de este exercicio veréis la eficacia de mi arte.

Era peligroso seguir allí y hundí otra vez las espuelas en los ijares de mi caballo, a la vez que clavaba mi espada en el pecho del rufián que tenía delante. La bala de su revólver me rozó una oreja; tiré de la espada, pero no pudiendo arrancársela del cuerpo la solté y salí a escape en seguimiento de Sarto, a quien divisé en aquel momento a unas veinte varas de distancia.

Muy pocos alcanzan esta gloria a la edad de usted... Creo inútil indicarle lo que el prólogo debe decir. A su talento me confío. El jefe me quiere mucho; de permitirlo sus ocupaciones, hubiese dedicado a mi obra grandísimas alabanzas. Tire usted de pluma sin miedo. Mejor que nadie, sabe usted que ese libro es el resumen de una larga vida política y que hay en él cosas muy notables.

¿No hay ningún carruaje? Hay la berlina; pero faltan los caballos... Aguarde usted un poco, voy a ponerle las varas, y engancharemos la jaca del señorito Pablo... No respondo de que tire. ¡De prisa, de prisa! Todo lo más que pudo, Pachín hizo lo que decía. Ventura se metió en el coche, y partieron.

Todavía cuando V. subió a llevármela estaba muerta de miedo y por eso cerré tan pronto la puerta... ¡Dichosa muñeca! Me dio tal rabia que la tiré contra el suelo y la partí un brazo. Pues no debe V. tratarla mal; al contrario, debe V. conservarla como un recuerdo. ¿Sabe V. que tiene razón? Si no hubiera sido por la muñeca no nos hubiéramos conocido... ni sería V. mi novio;... porque tengo otro...

Entonces... no me tire usted de la lengua. He dicho ya que la cosa no era favorable a la memoria del difunto.... X, llamémosle X, que en paz descanse.