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Actualizado: 13 de junio de 2025
La audacia de los primeros Torreroel de la Reconquista y la largueza de los que vivieron después en la corte arruinándose cerca de los reyes, resucitaban en él como la última llamarada de una raza próxima a extinguirse.
En enormes vitrinas, como en un museo, se exhibía la vieja opulencia de la catedral: imágenes de plata maciza; globos enormes coronados por graciosas figurillas, todo de precioso metal; arquillas de marfil de complicada labor; custodias y viriles de oro; enormes platos dorados y repujados, con escenas mitológicas que resucitaban la alegría del paganismo en aquel rincón sórdido y polvoriento del templo cristiano.
Con la reparadora substancia del almuerzo, los cuerpos parecía que resucitaban, y los espíritus fortalecidos levantaron el vuelo a las más altas regiones. Instalados otra vez en el gabinete, Ponte Delgado contó las delicias de los veranos de Madrid en su tiempo. En el Prado se reunía toda la nata y flor. Los pudientes iban de estación a la Granja.
Pero los que no eran enterrados quedaban sueltos, y todas las precauciones posibles eran naturalmente ineficaces para sujetar a los ultrapoderosos, que resucitaban quand même, y removiendo las losas salían de su sepulcro, y subían al empíreo o descendían al infierno, desde donde llegaban a ser más poderosos aún, y más caprichosos, rencorosos y vengativos todavía.
En su romanticismo de princesa nerviosa deseaba imitar a las heroínas de la Vendée, y montando un pequeño caballo, el revólver al cinto y la boina blanca sobre la trenza flotante, se puso a la cabeza de aquellas tribus armadas que resucitaban en el centro de la Península la vida y las luchas de los tiempos casi prehistóricos.
El molusco era nuestro abuelo venerable, el jefe de la casa, el creador de la dinastía, el antecesor, cargado con una nobleza de millones de siglos... Estas ideas resucitaban ahora en Febrer, con la frescura de verdades indiscutibles, al contemplar los seres inmóviles y rudimentarios encerrados en su caparazón, agarrados a las rocas, debajo de sus pies, en las profundidades del verde cristal tembloroso entre los escollos.
En el mismo momento oyose un vago rumor; parecía que los muertos resucitaban; luego resonó una carcajada seca: era Hexe-Baizel, que se había vuelto loca de sufrimiento. Más tarde, Catalina exclamó: Hullin... Hullin... ¿Quién ha hablado?
A estas palabras y a las ideas que ellas resucitaban en su alma, la hermosa morisca no pudo detener el llanto, y, aplicando en sus ojos un blanco lienzo, se entregó por algunos instantes a lo más acerbo del dolor.
El irresistible encanto que el hombre de guerra ejerce sobre el débil sentíalo el seminarista ante el cardenal Albornoz, aumentándose aún con la consideración de que tanta bravura y altivez se habían juntado en un servidor de la Iglesia. ¿Por qué no resucitaban hombres como éste en la presente época de impiedad, para el renacimiento del catolicismo...?
Habían muerto por un lado y resucitaban vigorosamente por el otro. Lo que quinientos años antes era tronco aparecía ahora como un muñón negro en forma de mesa, cortado por el hacha ó el rayo; y la raíz, á flor de tierra, florecía á su vez, convirtiéndose en árbol, para continuar una existencia sin límites visibles, en la que los siglos se contaban como años.
Palabra del Dia
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