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Actualizado: 8 de junio de 2025
Y apelotonados, dispersos, recogidos en los barrancos, resaltantes en las cumbres, los pinos asientan sobre la tierra negruzca la verdosa mancha de sus copas rotundas. La luz pone vivo claror en los resaltos; las hondonadas quedan en la penumbra; un haz de rayos que resbala por una cima hiende los aires en franja luminosa, corre en diagonal por un terrero, llega a esclarecer un bosquecillo.
Sin embargo, cuando ya estaba a punto de emitir la primer nota, la sensible señorita hizo nuevas y rotundas declaraciones en el mismo sentido que las primeras, lo cual afligió de tal modo a la tertulia, y en particular al pollo del pelo por la frente, que de buen grado habría concedido a la cantante en aquel momento toda la memoria de que disponía, con tal de que no le dejase en mal lugar.
Necesario era todo su mal corazón para dejar a una hermana en el sufrimiento, pudiendo remediar sus penas con algunos de los papelotes mugrientos que a fajos dormían en el viejo secrétaire de su alcoba. Pero no había que pensar en semejante hombre. Bastantes veces la había humillado con rotundas negativas. Otro de los que no se podía contar para salir de la situación era su hijo Juanito.
Las negativas rotundas de él y su piloto á los interrogatorios de los carabineros le libraron de nuevas molestias. «No sabían nada; no habían visto nada.» El capitán acogió con fingida indiferencia la noticia de haber sido encontrado en la misma noche el cadáver de un hombre, al parecer alemán, pero sin papeles, sin nada que permitiese su identificación, en un muelle algo lejano del lugar que ocupaba el Mare nostrum.
La patria de las ansias juveniles estaba allí, de sus destinos dueña, alzada sobre un bosque de fusiles bajo el amparo de una libre enseña. La que soñaste, acaso, en un monólogo bajo un frandaje de rotundas mangas, labrando arquitecturas de ideólogo en la quietud de tu natal Batangas.
Además, cosquilleaba fuertemente su vanidad la irónica situación que resultaba de ser él, con sus rotundas negaciones religiosas quien pasease ante la muchedumbre devota el Dios del catolicismo. Este espectáculo le hacía sonreír. Casi era un símbolo.
Al penetrar bajo aquellas bóvedas y rotundas el viajero va viendo á cada paso alguna evocacion del gran emperador europeo, ora en su modesta tumba, dos veces profanada por sus sucesores, ora en los numerosos muebles que sirvieron al Justiniano de la feudalidad.
Fué Argensola quien propuso una solución, digna de su experiencia. El salvaría á la buena madre llevando al Monte de Piedad algunas de sus alhajas. Conocía el camino. Y la señora aceptó el consejo; pero sólo le entregaba joyas de mediano valor, sospechando que no las vería más. Tardíos escrúpulos la hacían prorrumpir á veces en rotundas negativas.
La falta de pruebas que había, el enojo del Conde cuando empezaron a embromarle con doña Beatriz, sus negaciones rotundas y el respeto y consideración ceremoniosa con que trataba en público a aquella mujer, todo ello sirvió sólo para que se pasmasen los amigos del maravilloso disimulo, de la hidalga prudencia y del noble sigilo de aquel dichoso mortal.
Capus, cruzado de brazos y sonriendo benévolo ante la superficialidad de todas las virtudes y defectos humanos, traduce fielmente el espíritu de nuestra época; época sin ideales, en que los hombres, convencidos de la levedad de sus méritos, perplejos y acobardados por el desplome de la vieja fe y el amanecer de una moral nueva, huyen de las afirmaciones rotundas, y sólo se complacen en la grandeza tolstoiana del perdón.
Palabra del Dia
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