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Red-Dog fue inundado ya por dos veces, y Campo Rodrigo no tardaría en correr la misma suerte. El agua llevó el oro a estas hondonadas dijo Edmundo, una vez ha estado aquí, otra vendrá. Y aquella noche el North-Fork rebasó repentinamente sus orillas y barrió el valle triangular de Campo Rodrigo.

Estos trabajos debieron practicarse primitivamente en las islas volcánicas, en el fondo de sus archipiélagos, en esos meandros sinuosos, esos apacibles laberintos donde las olas sólo penetran discretamente; tibias cunas para los recién nacidos. Mas, la flor escogida florece con plenitud en las profundas hondonadas de los golfos índicos.

Repartidos por los montes, en las mesetas y hondonadas, algunos caseríos rodeados de castaños y nogales. Los tres viajeros se detenían á menudo á tomar aliento y se sentían gozosos. El olor penetrante del heno les embriagaba, les hacía sonreir. El mismo Celso, enamorado de la tierra del sol y las aceitunas, no podía sustraerse al hechizo de aquellas montañas frescas y virginales.

Matáronse mutuamente vasallos, burgueses y villanos en hondonadas y bosques para que cambiara de sitio la linde de los tres condados. La llanura fué asolada, y durante varias generaciones corrieron torrentes de sangre por la posesión de aquella gota de agua que brota allá arriba en pacíficas alturas.

CLEOPATRA. Pero el sitio no es nada bonito. CLEOPATRA. Claro, montañas, hondonadas... En suma, una cosa estúpida. Esta piedra tan grande, por ejemplo, ¿qué hace aquí? ¡Quitadla! CLEOPATRA. ¡Y luego esos árboles! No, esto es muy feo. Me ahogo aquí. Vos mismo estáis avergonzado, no podéis negarlo. Pero me parece que debo daros una respuesta. ESCIPIÓN. ¿Una respuesta?

El sanguinario tigre de las selvas capilares, la bestia carnívora saltadora en las cumbres y hondonadas de los pliegues de la ropa, había figurado durante siglos como personaje interesante en muchas obras literarias.

En estos casos ya se clareaba Chisco un poco más, y le notaba yo el gozo con que saboreaba los «atragantos» de su rival, y hasta me pagaba el favor en una mirada dulzona, con su poco de guiñada. Y eso que estaba yo convencido de que llevaba la carga de sus amores con la misma acompasada parsimonia que las llevaba todas y me acompañaba a por los vericuetos y hondonadas de los montes.

En Filipinas las mujeres aman, los pájaros cantan, y las flores huelen. Despedida de Lucban. Arroyos que se convierten en torrentes. Huellas de un baguio. Puentes derruídos. Troncos de cocos. La sampaca y el jazmín silvestre. Pedregales, hondonadas y pendientes. Relente de la tarde. Aguas sulfurosas. El puente de la Princesa. Belleza del paisaje. Bravía y salvaje naturaleza tropical. Melancolía.

Pero si la montaña y toda la serie de cimas que le corresponden tienen una vertiente vuelta hacia el Norte y sin vientos fríos, y la opuesta recibe de lleno los suaves rayos del Mediodía, ó bien por una parte los vapores del mar se resuelven en torrentes, mientras por la otra están siempre secas las hondonadas, ciertamente que la flora, la fauna y la humanidad de ambas vertientes ofrecerán el más notable contraste.

Desde las ventanas de su cuarto abarcaba con la vista ancho espacio, extensos plantíos de nabos, frondosos maizales, hondonadas de donde subía rumor de agua corriente, casas pequeñas y dispersas, medio ocultas entre la frondosidad de enormes castaños acopados, y allá, en lo alto de algún cerro, una ermita con la cruz del tejadillo tronchada por el viento.