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Los grandes tratadistas anunciaron desde el principio que la guerra terminaría en el otoño de 1918. Era cosa sabida. Yo lo he dicho siempre, y usted, Lewis, me lo ha oído muchas veces. Su admirador hace un gesto de extrañeza. Pero no puede poner en duda la ciencia de su sabio amigo, y prefiere admitir que es él quien ha olvidado las afirmaciones del otro. Además, no debió entenderlas.

Acaso sea todo ello ensueño ingenioso de los sabios que se dedican a la Prehistoria. Permítasenos dudar de las afirmaciones de esta ciencia flamante. Prescindamos de ella.

Maltrana, no diga disparates interrumpió Ojeda, algo amoscado . Aunque, en verdad, no por qué hago caso de sus afirmaciones. Mañana dirá usted todo lo contrario. Cada vez que hemos hablado en Madrid defendía usted una opinión diversa... Conozco esta enfermedad de la gente pensante.

Proposicion copulativa es la que expresa el enlace de dos afirmaciones ó negaciones. El oro y la plata son metales. Equivale á estas dos reunidas: el oro es metal, y la plata es metal. El oro es amarillo, y el oro es ductil. Para que estas proposiciones sean verdaderas se necesita que lo sean sus dos partes: porque la afirmacion no se limita á la una sino que se extiende á las dos.

Sin embargo, no las tenía todas consigo, porque como se dan casos de que salga fallido lo que el corazón anuncia, pasaba el pobre chico horas de verdadera angustia, y a solas en su casa, se metía en unos cálculos muy hondos para averiguar el estado de los sentimientos de su querida. Rápidamente pasaba de la duda más cruel a las afirmaciones terminantes.

Sus recuerdos de genovés no van más allá de la colonia genovesa establecida en Portugal... A me inspiran poca confianza las afirmaciones del Almirante en lo de su nacionalidad... y en otras muchas cosas. Ojeda acogió estas palabras con un gesto de asombro.

Óiga... para no gastar palabras inútiles y sobre todo para no hacerle afirmaciones que usted puede poner en duda, no he de repetirle que lo quiero... pero en cambio le propongo algo que será una prueba decisiva de mi sinceridad. Adriana, deje primero que le haga una última súplica.

Mi hermano y yo somos personas decentes... Ya lo creo... Pues claro. Pues turbio. Somos personas decentes. Y príncipes de Asturias. Aquel trabajo es para mulos, no para criaturas. Yo quiero que mi hermano vaya a la escuela. Y al colegio. Eso es, al colegio replicó Isidora marcando sus afirmaciones con el puño sobre la endeble mesa Yo lo quiero así..., y nada más».

El príncipe volvió á sonreir, como si una verdad palmaria acabase de demostrar la certeza de sus afirmaciones. ¡La mujer!

Desirle a un hombre que le quiere y no ser verdá, ¡no lo piense su mersé, señorito! Gran bien me hicieron aquellas palabras. Yo también pensaba como ella, o quería pensar al menos y cada vez me confirmaba más en mi sospecha. En apoyo de sus afirmaciones, Paca me contó varias anécdotas de la vida de mi novia, que escuché con entusiasmo y recogimiento. Hablamos largo rato de ella.