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Actualizado: 24 de junio de 2025


A los lados del barco el agua producía un murmullo, interrumpido por el estruendo de algún golpe de mar: cuchicheo misterioso y monótono. Las espumas, fosforescentes sobre el lomo negro de las olas, parecían tritones luminosos que nos perseguían jugando. Pasamos por delante de la playa de las Animas. Bisusalde y las casas de Izarte, próximas al acantilado, se veían a la luz de la luna.

Trata de la libertad que dio el señor don Gaiferos a su esposa Melisendra, que estaba cautiva en España, en poder de moros, en la ciudad de Sansueña, que así se llamaba entonces la que hoy se llama Zaragoza; y vean vuesas mercedes allí cómo está jugando a las tablas don Gaiferos, según aquello que se canta: Jugando está a las tablas don Gaiferos, que ya de Melisendra está olvidado.

Las partidas de bautismo se compran. Miró Quevedo profundamente al bufón. Pero lo que no se compra es el semblante. ¿Qué queréis decir? Digo que algo de ese secreto. ¿De qué secreto? Estamos jugando al acertijo, hermano Quevedo, á pesar de que nadie nos escucha. ¿Tenéis pruebas?

Desde que llega a la edad adulta, el hilo de su vida se pierde en un intrincado laberinto de vueltas y revueltas por los diversos pueblos vecinos; oculto unas veces, perseguido siempre, jugando, trabajando en clase de peón, dominando todo lo que se le acerca y distribuyendo puñaladas. En San Juan muéstranse hoy en la esquina de los Godoyes tapias pisadas por Quiroga. En La Rioja las hay de su mano en Fiambalá.

Temía encontrarse otra vez con el prestamista y recibir su saludo familiar; se imaginaba que todo el público de los salones había seguido atentamente su entrevista con el vejete, sonriendo cuando recibía el dinero. Salió del Casino. Jamás volvería á él: ¡lo juraba! Castro, al que había visto de lejos jugando en una mesa, volvió á Villa-Sirena á la hora de comer.

En los rincones pasaba las horas muertas jugando a las muñecas, sin chistar; ella misma confeccionaba las prendas liliputienses con que vestía a su pequeña familia, tan hábilmente, que todos se maravillaban de la práctica de aquellas manecitas en manejar la aguja y las tijeras; misia Gregoria guardaba todavía, como oro en paño, las camisitas y vestidos hechos por su adorado prodigio a los cuatro años.

Corre y se oculta, porque tiene miedo de algo que hay en tu pecho. Mira ahora: allí está jugando, á una buena distancia de nosotros. Quédate aquí, y déjame correr á para cogerla. Yo solamente soy una niña. No huirá de porque aun no llevo nada sobre mi pecho. Y espero que nunca lo lleves, hija mía, dijo Ester.

Ni aun el tutor logró hacerle comprender lo desatinado de su conducta. Mira, nena le decía, estás jugando con fuego: afirmas que le quieres y al mismo tiempo te niegas a casarte; de modo que si se da a pensar en semejante contradicción... ¡Figúrate!

Cerca de la mesa de billar, tomando café arrimados a un velador, el fiscal y dos amigos; y jugando chapó, con el estrépito de siempre, el Ayudante de Marina y Leto Pérez el farmacéutico: el primero sin corbata y con el cuello y el chaleco desabotonados; el segundo lo mismo, y además en mangas de camisa; licencias muy justificadas en aquella ocasión, porque tal era el calor que hacía, que «se asaban los pájaros», al decir del hijo del boticario sin apartarse mucho de lo cierto.

Miguel movió la cabeza tristemente. Y has perdido continuó ella ; eso no hay que preguntarlo: se ve en seguida... ¡ jugando!... Pero su extrañeza fué corta. Has jugado por : lo adivino... Te has dicho: «Voy á ganar lo que esa loca pierde; los hombres sabemos más que las mujeres...» ¡Ah, pobrecito mío, pobrecito mío, cómo agradezco tu buen deseo!... ¿Y cuánto fué?...

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