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Colérico cada vez más y respondiendo á las razones de su sobrino con frases violentas ó desdeñosas, tanto llegó á exaltarse que el alcalde, el boticario y otros comensales creyeron prudente intervenir. Encauzaron la conversación hacia otros asuntos y procuraron alejar al tío del sobrino. Se habían levantado ya todos de la mesa. Se diseminaron por la pomarada formando grupos.

» ¿Ha calculado usted, señora dije con algún embarazo, que hemos gastado ya 440 pesos, y que no quedan más que 360 para la casa, la comida, mis gastos personales, calefacción, alumbrado, lavandera, seguro, médico, boticario, etcétera, etc.? Y si nuestra casa se poblase, si hubiera una cuna... o varias... » ¡Dios mío! es verdad exclamó mi futura suegra. ¿Qué hacemos? »¿Qué hacemos?...

Don Policarpo, el boticario de Villalegre, hacía muy bien los honores del establecimiento, donde concurrían casi todos los personajes del lugar, a despecho de las mujeres, que eran devotas y que abominaban del boticario, porque lejos de estar en olor de santidad, alcanzaba la poco envidiable fama de descreído y materialista.

Sin esa coincidencia, yo sería para la hija de don Alejandro Bermúdez un villavejano más; a lo sumo, el hijo del boticario don Adrián, antiguo y buen amigo de su padre. ¿Ni por qué había de ser otra cosa mejor?

Aunque mejor fuera poder sacar de esta aldea seis o cuatro buenos arcabuceros, la gente cristiana de ella es tan poco belicosa, que sólo el Boticario es quien maneja cosa de guerra, y eso son las espátulas; pero vuestros dos criados parecen gente de punta; a ella agregaremos ese muchacho, Mercado, que más talle tiene de paje ahora y luego de alférez, que no de andar entre badajos y candelillas, y con estos tres y nosotros dos bien podemos desafiar a veinte.

D.ª Marciala, la esposa del boticario de la plaza, había ido a Sarrió a llevarle calcetas estando el presbítero pasando una temporada con su familia. D.ª Filomena, viuda de un teniente de navío, hacía a su hijo único ir a ayudarle a misa todos los días. Sin embargo, habíase notado cierta preferencia en él por Obdulia, la hija de Osuna, administrador de Montesinos.

Y añadió dirigiéndose a Montenegro: Déjame ese papelillo en la cámara oscura y ojalá se os caigan las manos antes de traerme más recetas, como si fuese yo un boticario. El viejo se alejó con paso tardo y balanceante hacia el fondo de la bodega, y Montenegro salió de ella pasando por el taller de tonelería antes de regresar al escritorio.

Nieves no lo ponía en duda; su padre, así, así; don Claudio negaba esa seguridad hasta en el navío de tres puentes; y en cuanto al boticario, tenía las pruebas de lo afirmado por su hijo en que había hecho éste con su balandro, doscientas veces, mucho más de lo sobrado para que a la primera se quedara en la mar, por los siglos de los siglos, cualquier otra embarcación de igual calibre.

Después de una larga pausa, levantó la cabeza y dijo: ¿Sabe V., D. Facundo, que no sospechaba que V. se dedicase tan particularmente a hacer obras de caridad? El pedazo de cara que la enorme bufanda del boticario dejaba al descubierto, se coloreó fuertemente.

Y no he olvidado el compromiso respondió Nieves , ni estoy dispuesta a perdonársele a usted. En hora buena dijo don Claudio Fuertes; y luego añadió volviéndose al hijo del boticario : ¿lo ha oído usted, Leto? que lo he oído respondió Leto . Pero ¿por qué es la pregunta? Porque con usted va el cuento. ¡Conmigo?...