Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !
Actualizado: 1 de junio de 2025
¡Oh, oh! dijo Hullin al fin . ¡Esto va mal! ¡Esto va muy mal! ¡Están esperando al enemigo! Luego, sobreponiéndose a los demás su instinto guerrero, una oleada de sangre coloreó sus mejillas morenas.
Gallardo vio una joven alta, esbelta y maciza al mismo tiempo, la cintura recogida entre curvas amplias y firmes, con todo el vigor de la carne primaveral. Su cara, de una palidez de arroz, se coloreó al ver al torero; sus ojazos luminosos ocultáronse entre largas pestañas. Esta gachí me conose se dijo Gallardo con petulancia . De seguro que me ha visto en la plaza.
Después de una larga pausa, levantó la cabeza y dijo: ¿Sabe V., D. Facundo, que no sospechaba que V. se dedicase tan particularmente a hacer obras de caridad? El pedazo de cara que la enorme bufanda del boticario dejaba al descubierto, se coloreó fuertemente.
A la vista de Delaberge un débil rubor coloreó su rostro siempre mate, y como si presintiese las intenciones de Francisco alejó a la criada dándole un recado para una vecina; después sus inquietos ojos dirigieron al inspector general una interrogativa mirada. ¿Podemos estar solos un momento? dijo Delaberge con voz grave. Necesito hablarle. Pero... objetó ella buscando una escapatoria.
Aunque nos conocemos tan sólo desde hace pocos días, veo que me habla usted como a un antiguo amigo y le estoy por ello profundamente agradecido. Una llamarada de rubor coloreó las mejillas de la señora Liénard.
¿Para quién? Para Ruritania. ¿Hacía yo bien o mal en representar aquel papel? No lo sé; ambos caminos eran peligrosos y no me atreví a decirle la verdad. ¿Sólo para Ruritania? le pregunté dulcemente. Súbito rubor coloreó sus primorosas facciones. Y también para tus amigos dijo. ¿Amigos? Y para tu prima murmuró por fin; tu amante prima. No pude hablar. Besé su mano y salí indignado contra mí mismo.
Recordaba sus menores palabras y se las repetía complacientemente, como nos gusta oler de vez en cuando la rosa que hemos arrancado al paso. Cuando le vio aparecer en el encuadramiento de las cortinas del salón, Camila Liénard dejó precipitadamente el bordado en que trabajaba; brillaron sus ojos y una rápida oleada de rubor coloreó sus mejillas. ¡Bienvenido, señor Delaberge! dijo.
Le quedan dos o tres molestias pasajeras de las que espera librarse muy pronto. Sírvase usted expresarle dijo Flavia, mi vivo deseo de que esas molestias desaparezcan en breve. El deseo de Vuestra Alteza es también el muy humilde mío replicó Roberto Henzar, mirándola con insistencia y expresión tales, que el rubor coloreó el rostro de la joven.
Tal como ahora le hallamos, todavía llamaba la atención por su fisonomía simpática y venerable, y por su figura atlética. Con la violencia de la tos, su temperamento sanguíneo experimentó una fuerte sacudida: el rostro se coloreó excesivamente. Cuando hubo cesado, tornó a coger el hilo del discurso.
Quería algo contra aquel frío que se le había metido en los huesos. Y él, tan sobrio, bebió uno tras otro dos vasos de aguardiente, que cayeron como olas de fuego en su estómago desfallecido. Su cara se coloreó, adquiriendo después una palidez cadavérica; sus ojos se vetearon de sangre. Se mostró con los carreteros que le compadecían expresivo y confiado; casi como un ser feliz.
Palabra del Dia
Otros Mirando