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Actualizado: 6 de junio de 2025


Henos aquí en Madrid, en nuestra casa, como quien dice... Bernard Shaw, para demostrar que en los music-halls no se ha operado evolución alguna, cuenta que una noche estaba en uno de ellos viendo a un prestidigitador que hacía ejercicios con unas bolitas. Aburrido, Bernard Shaw se fue a la calle, y diez años después volvió a entrar en el mismo music-hall.

Aquel hombre que iba a París y traía aquellos sombreros blancos y citaba a Claudio Bernard y a Pasteur... debía de saber más que él de medicina moderna... porque él, Somoza, no leía libros, ya se sabe, no tenía tiempo. Pero la Regenta mejoraba; volvía la sangre, aunque poco a poco; los músculos se fortalecían y redondeaban... y la frialdad y la reserva no desaparecían.

Esta falta de cultura literaria y filosófica que en Zola se advierte, y de que tanto provecho han sacado sus adversarios, sin llegar por eso a obscurecer la genial perspicacia con que juzga de las obras en particular, explica la flaqueza de sus teorías, los pésimos argumentos con que las explana y defiende, el aparato con que presenta como descubrimientos y novedades las máximas de crítica más triviales y manoseadas, y las fórmulas absurdas que da a algunos pensamientos, por otra parte muy razonables. ¿Quién no ha de sonreírse del candor mezclado de soberbia con que confunde a cada paso los términos de la ciencia y los del arte? ¿Quién podrá sufrir que, por todo sistema de estética, se nos un trozo de la Introducción de Claudio Bernard al estudio de la medicina experimental? ¿Ni cómo llevar con paciencia el que unas veces se asimile el arte con una estadística y otras con una clínica, y se le , por única misión, el recoger y coordinar documentos humanos?

Digo esto a fin de advertir que no debemos tomar con seriedad la pose mencionada, y a fin de censurar al Sr. Gener, aunque muy blanda y amistosamente, de que a veces toma dicha pose muy por lo serio. Válganos para muestra muchas cosas que refiere de Sarah Bernard, aunque en este caso es disculpa y aun plena justificación la galantería.

Tales son Bourget, Richepín, Taine, Renán, Littré, Claudio Bernard, Flaubert, Pablo de Saint-Víctor y Víctor Hugo. Aunque yo no he leído ni estudiado detenidamente todo cuanto dichos autores han escrito, conozco de ellos lo bastante para tributarles el más rendido homenaje de mi admiración, poniendo sobre todos a Renán como prosista, y a Víctor Hugo como poeta.

El prestidigitador añade Bernard Shaw continuaba todavía allí jugando ante la audiencia con las mismas bolas... A mi vez, yo diré que una noche me despedí de unos amigos con los que había estado cenando en un café de la Puerta del Sol. Creo que les dije que iba a volver en seguida, y volví siete años más tarde; pero ¿qué son siete años en un café de Madrid?

En fin, mucho, muchísimo se puede inventar y mejorar aún antes de que llegue el momento en que la aparición del superhombre se nos venga encima. Lo que es de las habilidades de Sarah Bernard y de los ingeniosos escritos de Juan Richepín, aunque yo los celebro porque me deleitan y me encantan, no me atrevo a inferir que dicha aparición esté próxima.

Esperemos que, en una próxima legislatura, Bilbao se haga representar en Cortes por un socialista de otra clase: un socialista para millonarios. La idea de un socialismo para millonarios no es mía, sino de Bernard Shaw. Permítaseme adoptarla, sin embargo, para brindársela a los capitalistas bilbaínos. Los capitalistas bilbaínos están completamente desamparados frente a sus obreros.

Su andar, sus gestos, las posiciones que toma y los movimientos que hace, todo está magistralmente estudiado y ejecutado con inspiración y destreza. En suma, para elogiar a Sarah Bernard, yo me conformo, o más bien me complazco, en ser eco del Sr. Gener o de quien más la elogie.

Cierto que Homero, Herodoto e Hipócrates eran menos instruidos que Víctor Hugo, Taine, Renán y Claudio Bernard, pero, a mi ver, valían muchísimo más que ellos.

Palabra del Dia

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