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Actualizado: 21 de julio de 2025


A miles, los sacerdotes y directores de las naciones, pérfidos ó llenos de buenas intenciones, se han armado del látigo y la mordaza, ó bien, con mayor habilidad se han limitado á hacer repetir en todos los siglos las ideas de obediencia con objeto de matar las voluntades y envilecer los espíritus; pero, afortunadamente, todos esos pastores que han querido esclavizar al hombre por el terror, la ignorancia ó la aplastante rutina, no han conseguido crear un mundo á su imagen, no han podido hacer de la naturaleza un gran jardín de olorosos naranjos, con árboles retorcidos en forma de monstruos y de enanos, con valles cortados como figuras geométricas y rocas talladas á la última moda.

Esto de la paternidad y del respeto filial eran para el Capellanet en aquellos momentos invenciones de cobardes, creadas únicamente para fastidiar y envilecer a los hombres de corazón.

Además, pensaba en Teri, en su firme propósito de no envilecer la nobleza de los recuerdos con otro «crimen», pues de tal calificaba con vehemente apreciación su aventura reciente. Con Mina no arrostraba peligro alguno: la pobre estaba desengañada. El fracaso de su existencia la hacía huir de toda complicación pasional, prefiriendo una vida vegetativa y humilde.

Al formular la acusación no había pensado que lo que iba a decir al magistrado llegaría un día a ser conocido por la multitud; que él mismo tendría que repetirlo en presencia de un gentío henchido de curiosidad malsana: que el nombre del ser amado correría de boca en boca, que la demostración de la inocencia de su amor no obtendría crédito; que después de haber causado en vida tantas tristezas a su amada, contribuiría personalmente a envilecer su recuerdo.

«Yo debía saber» se decía a mismo, tratando de vencer la tristeza del desengaño, «que la perfección está fuera de lo humano; que los hombres pueden pensar en ella y buscarla, pero jamás la alcanzarán. Esta certidumbre me había impedido exaltar más allá de lo debido a aquel ser; y esta persuasión debe ahora atemperar mi desconfianza e impedirme envilecer más de lo debido su memoria

No bastaba ser federal ni llevar la cinta, que era preciso además que ostentase el retrato del ilustre restaurador sobre el corazón, en señal de amor intenso, y los letreros mueran los salvajes inmundos unitarios . ¿Creeríase que con esto estaba terminada la obra de envilecer a un pueblo culto y hacerle renunciar a toda dignidad personal? ¡Ah!, todavía no estaba bien disciplinado.

La generosidad del Comendador humillaba su orgullo, y por más que trataba de empequeñecerla ó de afear y envilecer sus causas fingiéndoselas vulgares, absurdas ó caprichosas, dicha generosidad resplandecía siempre y la ofendía. La voluntad de Doña Blanca era de hierro: pocas personas más pertinaces y firmes que ella; pero su espíritu vacilaba y no se aquietaba jamás.

Palabra del Dia

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