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Todo Oriental que abrigaba De la libertad el fuego, Bajo el pendon de la gloria Iba á desnudar su acero, Lleno de noble energía, Y de patriotismo lleno. Campon tranquilo vivía Bajo del paterno techo: Ciñóse al punto su espada, Montó un veloz parejero, Y voló do le llamaban De la corneta los ecos.

Y en el teatro de los anamitas, los cómicos vestidos de panteras y de generales, cuentan, saltando y aullando, tirándose las plumas de la cabeza y dando vueltas, la historia del príncipe que fue de visita al palacio de un ambicioso, y bebió una taza de envenenado. Pero ya es de noche, y hora de irse a pensar, y los clarines, con su corneta de bronce, tocan a retirada.

Corneta no sabe lo que tiene entre manos, y que no le caben cincuenta barcos en la cabeza. Todos asintieron a su opinión. Su conferencia duró hasta hora avanzada, elevándose desde la profesión naval hasta la ciencia diplomática. La noche fue serena y navegábamos con viento fresco. Se me permitirá que al hablar de la escuadra diga nosotros.

Los señores de Corneta, que así se llamaba el presidente de la Liga, respondieron con una muy amable esquela aceptando y enviando al propio tiempo una precisa licorera, que enriqueció la serie de regalos que los novios recibieron en aquellos días. D.ª Carolina los había colocado todos en un gabinete de la casa en medio de una bonita decoración de percalina para que hiciesen más impresión.

Cuando las huestes de Rosas Pisaron de Oriente el suelo, Al toque de la corneta Seis mil bravos acudieron: A su cabeza se vió Al héroe antiguo de Haedo, Acaudillando los bravos Que de la patria en el seno Heróicos se levantaron En sosten de sus derechos.

Con el estruendo de costumbre sobre el malísimo empedrado, pasaban muchos carruajes, cuyos cristales, empañados por el frío de la noche, dejaban apenas percibir la blanca forma de una dama de copete; y seguían los tranvías su trotar monótono, entretenido el conductor en regalar el oído de los viajeros con espantables sonatas de corneta.

En cuanto el joven Corneta, dando pruebas de buen gusto, se acercó a ella y le hizo el honor de dirigirle algunas palabras galantes, ¡adiós Grass! ¡adiós Godofredo también! Aquellos lindos ojos maliciosos ya no tuvieron miradas sino para Corneta; aquella fresca boca movible sólo para él formó sonrisas. Timoteo observó esto con mezcla de dolor y satisfacción.

Verdad era que San Vicente estaba convertido en cuartel y dentro de sus muros retumbaba la indiscreta voz de la corneta, profanación constante del sagrado silencio secular; del convento ampuloso y plateresco de las Clarisas había hecho el Estado un edificio para toda clase de oficinas, y en cuanto a San Benito era lóbrega prisión de mal seguros delincuentes.

Detrás de ellas existían hombres silenciosos, que comían y pensaban; pero eran cadáveres animados, que la estrechez de su tumba obligaba a la inmovilidad; vivos que únicamente sentían la vida a son de corneta, al recibir el rancho por el ventanillo o al salir al sol, para pasear, como fieras enjauladas, durante algunos minutos.

Son para un hombre que toca la corneta, el trombón o qué yo qué. Se los mandaremos a Severiana. Yo me encargo de eso replicó doña Lupe, dando a entender que pensaba volver allá. No, los llevaré yo, bien envueltitos en un pañuelo dijo la sobrina, a quien de súbito entraron ganas de ir a la casa mortuoria . Llevaremos cada una nuestro duro, por si piden para el entierro. Eso no está mal pensado.