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Actualizado: 22 de julio de 2025


Córdoba y Sevilla le preparaban arcos triunfales y emblemáticas adulaciones aunque le sospechaban parricida: temianle las mismas ciudades ortodoxas que defendia, y es de creer que al recibirle en su Puerta Real la reina del Guadalquivir, de mejor gana que el Parnaso y el coro de Helicona , le hubiera presentado alguna otra alegoría mas acomodada á sus empresas; por ejemplo, el carro triunfal de la España católica conducido hácia la gran fantasma de la monarquía universal, llevando por guiones la Inquisicion y el Consejo de justicia , por un campo lleno de hogueras, destrozos, poblaciones asoladas, familias diezmadas y despavoridas; sobre el carro la católica desfigurada y abatida, condenada por el rey á un triunfo forzado, y en torno por el aire, en vez de divinidades protectoras y genios, de una parte el espantable espectro del príncipe D. Cárlos, de otra los de los malhadados condes de Egmont y de Horn acaudillando una interminable legion de indignadas sombras.

Era el mismo a quien vimos hace mucho tiempo, acaudillando la fiera cáfila que asesinó a martillazos al cura Vinuesa 21 en la cárcel de la calle de la Cabeza. Aquel tigre pequeño vivió mucho. Alcanzó los tiempos de Chico. En la taberna hacía falta un orador para electrizar el selecto concurso. Aquel orador fue Pelumbres, que hablaba mostrando el puño y frunciendo las cejas.

Cuando las huestes de Rosas Pisaron de Oriente el suelo, Al toque de la corneta Seis mil bravos acudieron: A su cabeza se vió Al héroe antiguo de Haedo, Acaudillando los bravos Que de la patria en el seno Heróicos se levantaron En sosten de sus derechos.

Palabra del Dia

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