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Actualizado: 17 de mayo de 2025
La fundadora hizo entonces una observación humorística. Dirigiéndose a las dos, les dijo: «¿Oyen ustedes ese trombón que toca la marcha real?». En efecto, se oía bien clara, aunque lejana, la marcha real tocada con verdadero frenesí por Leopardi, que en la repetición le ponía un lujo escandaloso de mordentes y apoyaturas.
Temblaba de frío, y con el brazo derecho oprimía los aros broncíneos de un trombón, dirigiendo la abollada boca hacia adelante como si quisiera bostezar con ella en vez de hacerlo con la suya propia. «Este amigo dijo Ido, en son de presentación , este amigo mío... un italiano, señora... se llama el señor de Leopardi, un artista desgraciado.
A la observación de la señora no se ocultó lo mal que estaba de ropa el infeliz artista, y le dijo que se fuera a su cuarto, que tocara allí el trombón todo lo que quisiese y por fin que... «Yo veré si encuentro por ahí unos pantalones».
Al mismo tiempo que hablaba hizo señas con los ojos a dos personas de la reunión, que eran conocidos oficialmente con los nombres de «trombón» y «clarinete», con la seguridad de que expresaban la opinión del cuerpo musical de Raveloe.
Pimentó capitaneaba á sus amigos los músicos; preparaban éstos sus instrumentos para saludar al albaet apenas transpusiese la puerta, y entre el desorden y el griterío con que se iba formando la procesión gorjeaba el clarinete, hacía escalas el cornetín y el trombón bufaba como un viejo gordo y asmático. Emprendieron la marcha los chicuelos, llevando en alto grandes ramos de albahaca.
Son para un hombre que toca la corneta, el trombón o qué sé yo qué. Se los mandaremos a Severiana. Yo me encargo de eso replicó doña Lupe, dando a entender que pensaba volver allá. No, los llevaré yo, bien envueltitos en un pañuelo dijo la sobrina, a quien de súbito entraron ganas de ir a la casa mortuoria . Llevaremos cada una nuestro duro, por si piden para el entierro. Eso no está mal pensado.
Entre los músicos de Italia se ha visto la misma precocidad. Cimarosa, hijo de un zapatero remendón, era autor a los diecinueve de La Baronesa de Stramba. A los ocho tocaba Paganini en el violín una sonata suya. El padre de Rossini tocaba el trombón en una compañía de cómicos ambulantes, en que la madre iba de cantatriz.
La gente se arrodillaba, y abriendo paso en ella don Antolín y sus varas de palo, avanzaban los canónigos con sus largas vestiduras rojas, el obispo auxiliar con mitra dorada, y las dignidades con mitras blancas de lino sin adorno alguno. Se arrodillaron todos ante la custodia, calló el órgano, y acompañados por el carraspeo de un trombón, entonaron un cántico adorando el Sacramento.
Palabra del Dia
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