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La virtud, digámoslo así, sería como un capullo que jamás llegaría a ser flor perfecta abriendo el cáliz, desplegando los pétalos y embalsamando el aire con su aroma, si el vicio, sin querer, y por contradicción, no interviniese en el asunto. ¿Hubiera habido mártires si no hubiera habido desalmados y feroces tiranos que los pusiesen en la alternativa de renegar de su Dios y de adorar los ídolos o de ser devorados por las fieras, desollados o quemados vivos o sometidos a otros exquisitos y muy crueles tormentos?

Y a fin de poder defenderse de las invasiones de bandidos, de barones poderosos y desalmados o de infieles muslimes, habían fortificado la abadía como casi inexpugnable castillo roquero, y mantenían a su servicio centenares de hombres de armas de los más vigorosos, probados y hábiles para la guerra.

El P. Jacinto había sido un jayán y había sacudido el polvo á algunos desalmados y pecadores contumaces, sobre todo cuando eran maridos, que se emborrachaban, gastaban el dinero en vino y juego y daban palizas á sus mujeres. Contra esta clase de hombres había sido duro de veras el P. Jacinto.

Y esperando de Vd. tenga un acto de justicia para con nuestras fuerzas que vamos atravesar para nuestro departamento y cruzamos desalmados y sin parques creo tome en consideración por carecer de los elementos indispensables, quedo de Vd. en espera nos reponga. En 28 de mayo de 1912. Feliciano Acosta, Brigadier. Habana, Julio de 1912.

Ocupaba el primero, como hábil capitán, las alturas sinuosas, y los desalmados del bando contrario se dispersaban por el llano, al borde de los charcos verdosos. Habíalos seguido el pavo, y colocándose en lugar seguro, de donde dominar pudiera la perspectiva del campo de batalla, les animaba con sus guerreros toques a degüello.

Este era Cabanillas, joven de educación y talento, á quien no se podía ver sin repugnancia alternando con hombres desalmados como Tres Pesetas, Chaleco y el Matutero, que hemos tenido el gusto de conocer al principio de esta puntual narración. Chico decía Núñez, ¿sabes que hemos reñido con los de la Fontana? El lance de la otra noche nos ha obligado á romper con esa canalla.

La comida del coloso daba motivo á nuevas lágrimas del profesor. Varios desalmados de los que pululan en los puertos eran los que preparaban su alimento, en una de las grandes calderas traídas de su antigua vivienda. Esta gente inquietante y zafia reemplazaba á la selecta servidumbre que había trabajado para él en la cumbre de la colina. Lo alimentaban con arreglo á su trabajo.

La sobrina decía lo mesmo, y aun decía más: -Sepa, señor maese Nicolás -que éste era el nombre del barbero-, que muchas veces le aconteció a mi señor tío estarse leyendo en estos desalmados libros de desventuras dos días con sus noches, al cabo de los cuales, arrojaba el libro de las manos, y ponía mano a la espada y andaba a cuchilladas con las paredes; y cuando estaba muy cansado, decía que había muerto a cuatro gigantes como cuatro torres, y el sudor que sudaba del cansancio decía que era sangre de las feridas que había recebido en la batalla; y bebíase luego un gran jarro de agua fría, y quedaba sano y sosegado, diciendo que aquella agua era una preciosísima bebida que le había traído el sabio Esquife, un grande encantador y amigo suyo.