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Las vacas movían el baboso hocico, sin ninguna inquietud, al ver el tren y volvían de nuevo á rumiar con la cabeza baja sobre el verde del prado. Grupos de mujeres lavaban sus guiñapos casi tendidas al borde de arroyos de líquido rojo, como si fuese sangre. Era el eterno color del agua en los alrededores de Bilbao: los lavados del mineral enrojecían hasta la corriente del Nervión.

En honor de la probidad española debo decir que mi cartera pareció intacta, en la misma diligencia, al cabo de algunos días, y me fue benévolamente remitida á París. No se crea que este es un ejemplo aislado. En cuanto á la hospitalidad, ella es una virtud universal en España. Allí no es inhospitalaria sino la legislacion en todos sus ramos. La ria del Nervion. Idea de las tres provincias. Bilbao.

Varios grupos de muchachos corrían vociferando por las riberas del Nervión. Algunas mujeres daban alaridos, haciendo la señal de la cruz. ¡Se iba acabar el mundo!... Un tropel de desalmados, furiosos después de la lucha en el Arenal, se habían esparcido por las Siete Calles, escalando las hornacinas que cobijaban las imágenes de los patronos de aquella Bilbao tradicional.

Lo habían fundado unos pescadores á orillas de la ría, entre las repúblicas de Begoña y Abando, y andaban tristes y preocupados no sabiendo qué nombre dar á su aglomeración de chozas. Un día, por divertirse, arrojaron al Nervión un botijo vacío. Bil, bil, bil cantaba el agua al penetrar en él y cuando casi lleno se fué á fondo, lanza un sonoro bao.

Comenzaba á despertar la explotación de las minas y se hablaba de limpiar el Nervión, convirtiéndolo en un puerto para que los vapores llegasen hasta el mismo paseo del Arenal. ¡Adiós las gabarras!

El honrado gabarrero, satisfecho de su suerte, dueño de muchos de los lanchones que surcaban el Nervión, seguro ya del porvenir con lo que llevaba ahorrado, compartía su cariño entre su hijo Pepe y un sobrino mucho menor, que no era otro que Aresti, hijo de una hermana de su mujer.

Vese en las cercanías del mar el gracioso pueblo de Castro, situado en una pequeña eminencia; y despues de tres horas de navegacion marítima, se comienza á entrar en la ria de Bilbao, formada por el Nervion, en forma de larga y estrecha bahía, que permite á las aguas del Océano penetrar hasta los muelles de la ciudad.

A un lado, el teatro Arriaga reflejaba en las aguas del Nervión su arquitectura pretenciosa cargada de cariátides y estatuas; al otro, extendía el paseo sus filas de plátanos, por entre cuyas copas asomaban los mástiles y chimeneas de los buques atracados á la orilla.

Por las noches lo dormía sobre sus rodillas, cantándole los viejos zortzicos de los barqueros del Nervión ó relatándole patrañas que el pobre hombre apreciaba como lo más indiscutible de la sabiduría histórica. Gustábale especialmente relatar el origen de Bilbao.

A medida que uno se acerca á Bilbao, el paisaje tiene un aspecto, mas animado todavía. Comienzan los arrabales de la ciudad, formando una gran calle, cuya base es el Nervion, orillado por dos largas hileras de casas pintorescas que dominan los muelles.