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Diríase el espíritu del abismo meditando sus secretos; el alma que llega ó la que algún día debe vivir. ¿O acaso debemos ver en ello el melancólico ensueño de un destino imposible que nunca ha de alcanzar el término apetecido? ¿O el llamamiento á la dicha de amor, único consuelo que en este mundo nos queda?

Momentos después regresaba Melchor a gran galope, meditando sobre la torpeza humana que lleva a los hombres al vicio, a la sevicia y al crimen, cuando basta casi siempre un ápice de energía y buen sentido para triunfar, sin violencias, sobre toda idiosincrasia inicial.

De todas suertes la mataba. Pero, aunque no la matase, ¿no sería cualquiera de estos procederes míos cien veces más vil y más odioso que todos los pecados juntos de la marquesa, suponiéndolos ciertos y comprobados? ¡Y mi padre, tan honrado y tan bueno, no lo ve así! ¿En quién estará la ceguera?... En él, en él solo, que no ha meditado el caso «en frío y con calma», como quiere que yo lo medite y como, ya lo estoy meditando... También él le meditará así, y entonces estaremos de acuerdo los dos. ¿Pues no hemos de estarlo!

Lo cierto es, que si el hombre entra dentro de mismo, meditando lo que le sucede en el exercicio de estas potencias, y ve con cuidado lo que hacen y pueden hacer los brutos, conocerá claramente el orden superior en que está constituido sobre ellos, ellos, y que hay en su constitucion un principio espiritual que le distingue de todo lo que no es hombre.

¡Y tan de veras!... Léalo usted y se edificará... Para , los carlistas de acá están meditando y aun fraguando algún golpe de mano. El comandante general descuida demasiado esta región y distrae todas las fuerzas en perseguir las partidas de la montaña... La Fábrica necesita siempre una fuerte guarnición por lo que pueda acaecer... ¡Pues apenas es presa codiciada por ellos!...

Don Marcos le sorprendió repetidas veces junto á una mesa del Casino, de pie y meditando antes de arriesgar alguna de las fichas que formaban breve columna oprimidas por su diestra. Parecía deslumbrado por la facilidad de sus ganancias. Eran pequeñas cantidades, pero ¡tan considerables en comparación con las que había recibido por sus trabajos anteriores!

Al día siguiente el cura continuaba taciturno y encrespado, meditando feroces venganzas: el apretón del día anterior hacía rebasar la copa, y sentía la necesidad de dar cualquier desahogo a su odio. Mientras duraron las clases se mantuvo grave, y sosegado: actitud digna del que piensa jugar la vida a las pocas horas: comió poco y sin hablar palabra.

Iba caminando lentamente por la de las Infantas, meditando sobre el plan de la noche ó sea el modo de pasarla más divertido, y saboreando un buen cigarro habano, cuando de pronto ¡zas! recibo un fuerte golpe en la cabeza que me hace vacilar; el flamante sombrero de copa fué rodando por un lado y el cigarro por otro.

Esta idea le alegró un poco el corazón, y meditando en todo ello perdíase su mirada en las lejanías del bosque... Una apagada y verdosa claridad reinaba en aquel fresquísimo lugar.

Asoció las circunstancias del caso, y meditando sobre cada uno de sus aspectos, contempló las cosas como si se tratara de un drama ajeno. ¿Qué sucedería ahora? ¿Qué actitud tomaría Adriana ante él y con relación a la pobre Laura? ¿Y cuál sería su propia actitud? Se formuló por orden estas preguntas, para derivar consecuencias lógicas. Pronto empezaron a brillar las terribles respuestas.