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Doroteo, excelente esposo, había matado á un oficial del gobierno para regalarle á ella su caballo. Al ser coronel, su generosidad marital deseó algo más. ¡Si pudiese robar un automóvil para «la vieja»!... «La vieja» era Guadalupe, que tenía entonces veintiséis años. No resultaba difícil hacerse dueño de un automóvil. Abundaban mucho en un país vecino á los Estados Unidos y con la frontera libre.

Quiso Ojeda conocer su nombre de nacimiento, libre del apellido marital; y al oír que se llamada Maud, experimentó cierto descontento. Estaba esperando, no sabía por qué, otro nombre, una revelación que justificase sus ilusiones.

Serias preocupaciones atormentaban a la baronesa acerca de que su hermoso sobrino, como ella lo llamaba, quien, por otra parte, era muy buscado en sociedad, sobre todo por las damas, se prestase fácilmente a abandonar su vida independiente y galante para doblar el cuello a la, marital coyunda, si bien debe observarse, como es bastante frecuente, que suelen ser aquellos hombres más llamados por sus atractivos personales a más rápidas conquistas de femeninos corazones, precisamente los que menos importancia dan a su envidiable fortuna: indiferentes hacia triunfos para ellos fáciles, carecen en general de esa fatuidad, de eso que pudiéramos llamar furor galante, característico en aquellos otros de sus congéneres cuyas victorias sobre el bello sexo débenlas únicamente a la constante lucha contra un modo de ser moral y físico en que no abundan como don natural los atractivos.

Si no trasladó al sotabanco de Carola cuanto había en la trastienda, fue por considerarlo indigno de tan gran señora; pero la única prenda lujosa que tenía Frasquita, un soberbio pañolón de Manila poblado de chinos y guacamayos multicolores, pasó del cofre marital al baúl del adulterio. Afortunadamente, la ultrajada esposa tardó mucho en saberlo.

Debió ser guapa moza, pero sosona y pava, y los muchos hijos que tuvo, antes que prueba de su amorosa exaltación, fueron fruto de la vehemencia marital. Mira prosiguió pon los almohadones en pila para que tu padre pueda extender las piernas. Después, con tristeza en el semblante y la voz, añadió: ¡Otra Noche Buena! es decir, un año menos.

A menudo los encontraba paseando por los parajes solitarios del Retiro, a distancia respetable de la mamá, que se detenía oportunamente a contemplar los primeros botones de las flores o algún insecto curioso: las mamás, en esta época de crisis marital, tienen la obligación de ser admiradoras de las obras de la naturaleza. La parejita de tórtolas se detenía al verme y me saludaba ruborizada.

Sus viñas, sus olivares, sus huertas y sus cortijos eran conocidos por de Doña Blanca, y no por suyos. Aquella anulación marital no había llegado, con todo, hasta el extremo de la de algunos maridos de Madrid, á quienes apenas los conoce nadie sino por sus mujeres, cuya notoriedad y cuya gloria se reflejan en ellos y los hacen conspicuos.

No gozo un solo instante de libertad: mis siervas espían mis mas inocentes acciones; los eunucos que de noche velan mi sueño, las almeas que crees destinadas tan solo á divertirme con sus bailes, las tellaks que te imaginas consagradas esclusivamente á mi servicio en el baño, son, sin sospecharlo tal vez, los ciegos instrumentos de la tiranía marital.

Pero misia Melchora aviene y concilia las memorias, atribuyendo a todos sus ascendientes por línea propia y marital, ya sean personajes coloniales, ya proceres argentinos, las cualidades de la hidalguía castellana, llena de soberbia altivez y de un orgullo cuyos límites alcanzan a los cuernos de la luna.

La infidelidad marital, la persecución y la pobreza, habían sido el resultado de su primera existencia, tranquila y virtuosa. «Ahora conozco la verdad continuaba diciendo doña Constanza con una sonrisa dulcemente impúdica . Sólo existe el amor; lo demás es engaño. ¡Bésame, Ferragut!... He vuelto á la vida para recompensarte. me diste la virginidad de tu cariño; me deseaste antes de ser hombre