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Actualizado: 6 de junio de 2025
Te prometí que dejándome libre la voluntad para... esas cosas, jamás me empeñaría en imponértela a ti, aunque me fuera en ello la vida. Pues hoy te repito la promesa, y sin esfuerzo, papá, créemelo. Yo empiezo a vivir ahora, y me encanta esta libertad que gozo a tu lado y entre pocos y buenos amigos. ¡Cómo han de caber en mí otros planes tan contrarios, ni siquiera tentaciones de hacerlos?
Pues así y todo, me gusta, ¡me encanta! ¡Es tan árabe todo esto! Parece que está uno viendo salir por estas cancelas las damas del tiempo de los reyes moros de Sevilla rebujadas en sus alquiceles blancos. Ustedes son las hijas de ellas, y en verdad que no desmerecen. Bien se conoce que es usted poeta... Pero siéntese bien, criatura; échese hacia atrás.
Ya nos detengamos en la traza y desarrollo del plan, ó en el esmero con que se atiende á sus diversas partes; ya en el tejido de la fábula ó en su progresivo desenvolvimiento, encontramos siempre al consumado maestro, y nos alegra y nos encanta siempre el lujo y la riqueza de su fantasía, la benevolencia y afabilidad de su carácter, lo noble y puro de los sentimientos, y su penetrante mirada en lo más íntimo del alma.
Sin embargo, hay algo que me encanta y admira. Este arroyuelo es pobre é intermitente, pero su acción geológica no es menos grande; es tanto más poderosa relativamente cuanto más insignificante es el agua que por él corre. Una pequeñita corriente ha cavado el enorme foso, ha abierto esas profundas hendiduras á través de la arcilla y la dura roca, ha esculpido las gradas de sus pequeñas cascadas, y por los hundimientos de tierra ha formado esos amplios círculos en sus orillas.
Mencionaremos, entre ellos, á Las flores de Don Juan, cuyo protagonista, en lo relativo al carácter, nos encanta por su fuego y su ternura; La moza de cántaro, Querer su propia desdicha, y sobre todos, La esclava de su galán, bellísimo drama en que descuella una mujer de singular grandeza de alma y pronta á sacrificarse por su amante.
De noche, el ruido de la lluvia, esa canción del agua, es como un rumor que acompaña resonando en los tejados y en los cristales; ritmo olvidado vuelto a recordar. Aun desde la cama lo oigo en la gotera del desván, que, al caer en un barreño, hace un ruido metálico. Y la lluvia, y el viento, y el agua, todo me encanta y todo me entristece.
286 Lo agarramos mano a mano entre los dos al porrón: en semejante ocasión un trago a cualquiera encanta; y Cruz no era remolón ni pijotiaba garganta. 287 Calentamos los gargueros y nos largamos muy tiesos, siguiendo siempre los besos al pichel, y por mas señas, íbamos como cigüeñas estirando los pescuezos.
Hondos suspiros Ataide exhala, que un imposible su sér abrasa, y al dueño hermoso que así le encanta decir no puede sus tristes ánsias; que ella es orgullo, prodigio y gala de la hermosura, la vírgen lánguida, la de las ricas trenzas doradas, ojos de fuego, frente de nácar, la dulce niña, la altiva dama, Leila la Horra, Leila la Hijara. ¡
Desde aquel lugar, la vista se extiende sobre un inmenso valle que se cruza y se despliega con gracia entre las laderas de los bosques y cuyo aspecto riente y tranquilo encanta el corazón.
He ahí lo que se le reprocha y es precisamente lo que nos encanta, a mí y a vuestros millares de lectores; he ahí lo que nos acomoda, nos alivia, nos templa y, sobre todo, nos cambia. Cuando se vive en una atmósfera irrespirable y malsana y se nos alcanza un frasco de esencias, no nos quejamos si sentimos demasiado bien, se le respira y se renace.
Palabra del Dia
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