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Actualizado: 26 de julio de 2025
Reynoso que había advertido vagamente el efecto que aquella obra producía siempre en su esposa la tocaba ahora con singular maestría, con un sentimiento arrobado y una unción que hasta entonces jamás había sentido.
Cirilo dejó escapar un suspiro de satisfacción y contempló arrobado el espléndido panorama que tenía delante murmurando «¡Qué hermoso! ¡Qué hermoso!» A su lado Visita también parecía aspirar su belleza grave y solemne, si no por los ojos por la boca y por la nariz que se abrían para dejar paso a la fresca brisa de la sierra.
Una hora larga hacía que la joven conversaba con el Amado de su corazón, sin que ningún pensamiento terrestre se deslizase en su arrobado espíritu. Nunca se sintiera tan abstraída y despegada de la carne y de los intereses mundanos. Todo el calor de su cuerpo se había refugiado en el corazón, que latía con inusitado brío. Tenía los ojos cerrados.
Un instante, fue a sentarse en un sillón gótico cuyas columnitas de madera dorada, se elevaban formando cúpula por encima de su cabeza rubia. La contempló arrobado; así era como la veía en sus sueños. Sentada en aquel trono torneado y extraño; con su ligero vestido de linón y trémulas blondas, parecía una princesa de leyenda.
Frígilis olvidó el guante y el gato, y quedó arrobado oyendo el repiqueteo estridente, fresco, alegre del jilguero de sus amores. Petra escondió en el seno de nieve apretada el guante morado del Magistral.
Notó, asimismo, la curiosa lavandera que el Príncipe de las esmeraldas apenas comía, aunque sus familiares le rogaban que comiese, y que se mostraba melancólico y arrobado, exhalando a veces delo más hondo del hermosísimo pecho un ardiente suspiro.
Y viéndolos desfilar tan hermosos, tan brillantes y risueños, permaneció atónito, arrobado con tal expresión de estúpido embeleso, que si Flora no estuviese tan conmovida y hubiese vuelto hacia él su rostro, le suelta sin remedio una carcajada.
Y charlaron con animación o, por mejor decir, charló ella mientras él la escuchaba arrobado, con la cabeza echada hacia atrás, acercando de vez en cuando con su mano trémula de hombre gastado la taza a los labios. Oye, Tono dijo ella cuando terminaron, poniendo con decisión los codos sobre la mesa y mirándole fijamente: ¿qué te parece de ir yo a tu baile?
Si á la vez, la mansa brisa Que á los jazmines halaga Y entre su copa se embriaga, Viene mi rostro á besar, Creo que alguna sílfide Que cruza por el ambiente Toca mi pálida frente Con sus alas al pasar. Y si una mujer hermosa De blanca tela vestida, Ante mi vista abstraida Pasa como aparicion, En éxtasis arrobado Bajo influjo de un hechizo, Creo que del paraiso La puerta abre una vision.
A la puerta de la sacristía tropezó nuestro joven con Celesto, de rodillas, con las manos plegadas, los ojos en blanco, en éxtasis completo; tan arrobado que no le vio. Conservaba todavía en la mejilla izquierda señales de una reyerta que había tenido en la taberna la tarde anterior.
Palabra del Dia
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