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Actualizado: 31 de agosto de 2024
Los otros no tenían nada que hacer, no servían para nada, y esto los ocupaba, mientras la divertía a ella; les hacía matar el tiempo a ellos y a ella también... Pero Zuzie no se reprochaba ninguna coquetería con Juan; pues se daba cuenta de su mérito y superioridad sobre los demás; comprendía que era hombre capaz de sufrir seriamente, y madama Scott no quería esto.
La señora de Maurescamp pasó la mañana del día siguiente arrepentida amargamente del paso que había dado; su alma delicada y solitaria le reprochaba su avance. Si el señor de Lerne no venía, ¡qué mortificación!
Durante todo el camino los dos charlaban y se contradecían. El cura reprochaba a Bernardo que no fuera a misa, y éste respondía: Mi mujer y mis hijas van por mí... Bien sabéis, señor cura, que así somos nosotros. Las mujeres tienen religión por los hombres. Ellas nos harán abrir la puerta del Paraíso. Y maliciosamente añadía, dando un suave latigazo a la vieja yegua: ¡Si lo hay!
Una sola cosa subsistía todavía a sus ojos: la necesidad de cumplir su deber por gratitud al señor Aubry. Esta idea lo mantenía fiel en su puesto. A menudo se reprochaba el dejarse vencer por un pesimismo peligroso. Ante su impotencia para encontrar la calma, la energía de su voluntad desamparada se acusaba de debilidad y de egoísmo; pero no podía dominar su tristeza creciente.
Se reprochaba, entre otras tonterías, el haberle tenido la brida demasiado corta y el haberse hecho tanto de desear; el no haberle saciado de dicha y el no haberle matado de ternura. Es culpa mía pensaba ; lo he acostumbrado a privarse de mí. Si yo hubiese sabido apoderarme de él, me habría hecho necesaria para su vida.
En cuanto lea el libro ya hablaremos de esos Peli... de esos Pétalos. Que agote usted la edición pronto. Cuando Tristán reprochaba a su amigo que se sirviese de él para burlarse de un compañero, se presentó en la sala un hombre alto, enjuto, pálido, con los bigotes largos y caídos como los de los chinos y unos ojos saltones, resplandecientes, que sonreían al vacío.
Censuraba mis cobardías, se indignaba de mis desfallecimientos y me reprochaba las invectivas que me complacía en prodigarme, porque afirmaba que en ellas veía las inquietudes de un espíritu mal equilibrado y más perplejo que equitativo.
Pero la vida parece querer darme ahora todo lo que todavía puede tener para mí de alegría y de tranquilidad. »Tú sabes, tío, cómo, en medio de mi dolor, me dejé llevar por un afecto sin cesar creciente por la hermana de mi querida muerta, mi prima Olga. Todo te lo confesé, busqué consuelo cerca de ti cuando me atormentaba, cuando me reprochaba mi infidelidad para aquella cuyo luto aún llevaba.
La enferma contaba con demasiada complacencia los cuidados de su marido. Se acusaba de ingratitud, se reprochaba el corresponder mal a lo que por ella hacía.
Entre los que trataba más mal, figuraba un joven llamado Salville, a quien llamaba el bello Salville, y que era, según decía, el más estúpido director del cotillón que jamás hubiese conocido. A la señora de Maurescamp, menos amarga, le parecía bello, y buen muchacho, sobre lo cual, la señora de Hermany le reprochaba, riendo, su gusto de pensionista y lavandera, por los mosquitos.
Palabra del Dia
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