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Actualizado: 21 de mayo de 2025


Cayó pesadamente al suelo sin decir ¡ay! Los demás huyeron. Nada; ni un gemido, ni el más leve movimiento. El bastón era realmente pesado, y yo he tenido toda la vida la manía de la gimnasia. Me apresuré, con mano temblorosa, á sacar la caja de cerillas y encendí un fósforo... No puedo describirle lo que en aquel instante pasó por .

En nuestra madriguera del cañaveral cargámosla María y yo con religiosa y firme unción. Cinco cigarrillos dejaron su tabaco adentro; y sentándonos entonces con las rodillas altas, encendí la pipa y aspiré. María, que devoraba mi acto con los ojos, notó que los míos se cubrían de lágrimas: jamás se ha visto ni verá cosa, más abominable. Deglutí, sin embargo, valerosamente la nauseosa saliva.

Corrí a mi cuarto, encendí el quinqué, y, presa de hondísima emoción, leí la carta. Mi tía pretendía en vano disimular su impaciencia. ¿Qué dice?... ¡Vamos, tía, calma, calma! Voy a leerla; pero que tía Carmen la oiga también.... Linilla había previsto el caso, y escribió dos cartas: una para que pudiera yo leerla delante de mis tías; la otra para .... ¡Sólo para !

Las sombras de la noche penetraron casi repentinamente y pronto me envolvieron en densa obscuridad. Por fin, después de no corto espacio de tiempo, encendí la luz y abrí la puerta. Rafael se hallaba en la galería, en el hueco de una ventana, y al verme, pareció despertar de un sueño. ¡Rafael...! exclamé; pero él me interrumpió, diciendo: ¡No me digas nada; no, ni a que soy tu mejor amigo!

Nosotras rezamos por ; Pepa fué a misa ese día, y yo le encendí una lamparita a San Luisito, a tu San Luisito, para que te sacara con bien. Y dime, ¿te entregaron el dinero que te mandamos para el traje? Ya sabemos que ; pero te lo pregunto por saber si te lo dieron a tiempo. ; y por cierto que sentí mucho que ustedes hicieran ese sacrificio....

Encendí con los dedos aún trémulos un cigarro, y dije, limpiándome una gota de sudor que corría por mi frente, estas palabras, resumen de mi destino: Bien, Ti-Chin-Fú está contento. Fuí luego a la celda del excelente padre Julio; leía su breviario cerca de la ventana, saboreando confites de azúcar, con el gato del convento sobre el hombro.

La miré frente a frente, y ella me miró durante algunos segundos con una curiosidad infantil. Encienda usted, caballero, me dijo, levantando su farol y abriéndole. Encendí mi cigarro. Luego volví a mirar a la traperita que cerró el farol y se puso a rebuscar de nuevo con su gancho. Yo, no por qué, permanecía inmóvil junto a ella. ¿Cuánto ganas buscando trapos? la dije.

Me encontraba, en un terreno desconocido, al pie de una cuesta de una inclinación absurda. ¿Qué hacer? Busqué la sombra de un árbol, me tendí, encendí filosóficamente un cigarro y esperé, mientras los grillos cantaban a mi alrededor y el sol se levantaba ardiente como una ascua en un cielo de una pureza profunda.

No he venido sin armas a declararte la guerra. Traigo conmigo el recuerdo de tres años de pasión satisfecha y nunca saciada. Eres libre de oponer a todo eso tus besos fraternales y tus caricias de colegiala. ¿Quizás crees que has apagado el fuego que yo encendí? ¡Espera que yo sople en él, y verás qué incendio! Usted no le hablará.

Subí penosamente mis seis pisos y tomé, temblando de emoción, mi bienhechora garrafa, cuyo contenido bebí poco á poco; después encendí el cigarro de mi amigo, y miréme al espejo dirigiéndome una sonrisa animadora. En seguida volví á salir, convencido de que el movimiento físico y las distracciones de la calle me eran saludables.

Palabra del Dia

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