Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !
Actualizado: 13 de julio de 2025
Amalia, insaciable, golpeaba, hería sin cesar. Los gritos de la víctima hacían crecer su furor. Se detuvo rendida al fin. Madrina, ¿qué hice? exclamó la pobre niña huyendo hacia un rincón. Esta pregunta, la mirada de angustia con que la acompañó, enfurecieron de nuevo a la dama. Volvió a golpearla despiadadamente. La criatura se tapaba el rostro con las manos.
Contestaba breve y fríamente a D. Benigno; pero cuando este le habló de su matrimonio de fórmula, mediante poder de un novio ausente, volviose a él con brusco impulso y le dijo: ¿Por qué no me buscó usted para madrina?... No, no guardo yo rencor.
Erraríamos, sin embargo, querida madrina, suponiendo que Pinho es ajeno a todo cuanto sea humano. ¡No! Estoy cierto de que Pinho respeta y ama a la humanidad; sólo que para él la humanidad en el transcurso de su vida se restringió mucho.
Ve a pedir la bendición a tu padrino. La niña se dirigió al gabinete. Estas prácticas del tiempo pasado placían mucho al señor de Quiñones. Josefina se acercó a él con timidez. Aquel gran señor paralítico le infundía siempre miedo, aunque procuraba disimularlo porque así se lo había ordenado su madrina. Señor, la bendición dijo con voz apagada. El alto y poderoso maestrante no hizo caso.
¡Que cante el virola! gritaba uno de los oyentes. ¡Tu madrina! contestole el guitarrero, que en efecto tenía los ojos más torcidos que una encrucijada. Cantá ché lo que has arreglao pa la Guardia Nacional.
Juanita contestó riendo: Te encierro para estar segura de tu neutralidad. No te quiero por aliada, sino por testigo. Cállate y mira. Doña Inés, bastante enojada, replicó todavía: Abreme. ¿Tendré que arrepentirme de haberme fiado de ti? ¿Qué burlas son estas? Perdóname, perdóname dijo Juanita con voz suplicante y dulce . Tú eres mí madrina, mi protectora y yo no quiero ni debo burlarme de ti.
Allí no valía reírse, pero buenas ganas se les pasaba. Marta, madrina, presenciaba la escena con cara de judío: pensaba en la superioridad de sus ideas personales sobre la vulgar manera de entender la ceremonia que presenciaban aquellas frívolas amiguitas.
Un sentimiento de dignidad, que muchas veces se aloja con fuerza en los corazones infantiles, le prestó fortaleza para resistir el llanto que brotaba a los ojos. Dirigió a su madrina una mirada de indefinible tristeza y salió corriendo de la estancia. Cuando llegó a la escalera se dejó caer sobre un peldaño y rompió a sollozar.
El clérigo tampoco los tenía, pero se los pidió a su madrina y se los entregó ruborizado. Ella los aceptó sin vergüenza alguna, como la cosa más natural. Otro día le llevó a la iglesia el paquete de cartas del novio que había tenido para que las leyese. Al día siguiente le confesó, sonriendo, que no había sido para ponérselo a una amiga que acababa de morir, sino para traerlo ella sobre el pecho.
Aprovechando aquellos momentos de flaqueza del terrible cura, con la ayuda de su madrina alquiló una casita no muy lejos de la iglesia y se trasladó a ella. Una antigua criada de D.ª Eloisa vino a servirle y a ser su ama de gobierno.
Palabra del Dia
Otros Mirando