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Actualizado: 13 de octubre de 2025


puedes; haz un esfuerzo, ten valor y sosiégate. Ten en cuenta que, de aquí adelante, no sólo hallarás en á una hermana, sino á una madrina y á una protectora muy pudiente. ¿Y á qué se me da todo eso? Nada. Lo que yo codiciaba era tu cariño. Y no lo tienes como antes, ingrato? Pues qué, ¿los buenos hermanitos dejan de amarse aunque se case uno de ellos?

¡No, por Dios! ¡Concha, no, por Dios! respondía entre sollozos la criatura. Te quiero mucho... y a madrina también... Si no me pegas te he de dar mi caja de muñecas... ¿De veras? dijo dulcificándose. , ahora mismo si la quieres. ¿Y el estuche de costura? También. ¿Y el armarito de espejo? , el armarito también. Concha hizo ademán de vacilar. La niña la miraba con ojos ansiosos.

Jamás había visto en el semblante de su madrina tanta frialdad y dureza. Quedó asombrada, pensativa y dejó ya, sin hacer el más leve movimiento, que Paula cumpliese el mandato. Pronto quedó la cabecita rubia mondada como un melocotón. Las domésticas prorrumpieron en carcajadas.

En fin, ya hablaremos de eso... Déjalo a mi cuidado concluyó diciendo ella. Y él se lo dejaba de muy buena gana, fiando de su imaginación inagotable, de su voluntad y su audacia. Cuando se cansaron de hablar de lo porvenir volvieron los ojos al presente. Era necesario bautizar la niña. Habían resuelto que fuese al día siguiente. Ya hemos convenido en que la madrina fuese yo y el padrino .

Por fin, Eppie echó una mirada al reloj de pared e interrumpió el entretenimiento, diciendo: Mi papaíto quiere ir a fumar su pipa al sol. Pero antes tengo que levantar la mesa, para que todo esté bien limpio en la casa cuando llegue madrina. Voy a apresurarme... En seguidita va a estar... Silas se había puesto a fumar en una pipa todos los días durante los dos años que acababan de transcurrir.

Un mandato expreso de la reina, la obligaba á presentarse como madrina en el cuarto de una joven dama de honor, á quien, como sabemos, tenía ojeriza, á quien llamaba intriganta y enemiga del duque de Lerma. Pero lo mandaba su majestad y era necesario obedecer.

¡Muchacho! exclamó tía Pepilla. Entra, entra para que te vea tu madrina.... La pobrecilla ha estado muy mala; buen susto nos dió.... Por eso no te hemos escrito. ¿Quién lo había de hacer? Si Angelina estuviera aquí.... Entré en el cuarto de la enferma. La pobre anciana estaba en un sillón, muy abatida y trémula.

Esta tal Casildea, pues, que voy contando, pagó mis buenos pensamientos y comedidos deseos con hacerme ocupar, como su madrina a Hércules, en muchos y diversos peligros, prometiéndome al fin de cada uno que en el fin del otro llegaría el de mi esperanza; pero así se han ido eslabonando mis trabajos, que no tienen cuento, ni yo cuál ha de ser el último que principio al cumplimiento de mis buenos deseos.

Sin contestarle, Lita dijo, en voz baja y misteriosa: Pues oye... ¡Oye, que tengo que decirte un secreto muy grande!... Acerca la oreja... ¡Más!... ¿Sabes qué secreto? ¡Mi madrina es una hada! Creyó Lita que Ramón quedaría deslumbrado con semejante revelación, y sólo parecía perplejo... Es una hada que viene a verme todas las noches, en cuanto me duermo continuó confidencialmente.

No restaba más esperanza a las primitas que la herencia de una tía soltera, doña Marcelina, madrina de Nucha por más señas, que residía en Orense, atesorando sórdidamente y viviendo como una rata en su agujero. Estas nuevas dieron en qué pensar a don Pedro, que desveló a Julián algunas noches más. Al cabo adoptó una resolución definitiva.

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