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Actualizado: 13 de julio de 2025


A los pocos momentos apareció el rostro pálido y suave de Josefina. Paseó sus ojos tristes por la sala, y a una seña de su madrina dirigió sus pasos al gabinete. Al cruzar por detrás del conde, volviose éste a medias y le echó una mirada rápida y ansiosa, que no pasó inadvertida a la sagacidad de sus interlocutores. La niña levantó sus ojos hacia él, brillando con sonrisa feliz.

La novia, con Amalia, que había sido su madrina, y otras dos señoras se fue a sentar gravemente en una de las habitaciones. Tenía los ojos brillantes, las mejillas coloradas y procuraba inútilmente disfrazar con un continente digno y serio la profunda emoción que la embargaba.

Hay que esperar en un salón; vendrá a buscarte la madrina y otras damas, se te anunciará y al entrar harás tres reverencias... una así... otra así... y por último otra así. La jovencita rubia, puesta en pie y en medio del corro, hacía las genuflexiones con tal unción, delicadeza y primor, que parecía que en su vida había hecho otra cosa.

Por último, al celebrarse la boda se prestó a ser madrina, en nombre de una condesa a quien había servido el novio, y desde entonces, agradecida la pareja, aunque parezca inverosímil, mostró siempre cariño a la señorita Cristeta, sin parar mientes en que, a pesar de este señorío, eran ellos casi ricos con relación a la sobrina de los estanqueros.

Rorró: exclamó tía Pepilla dile a tu madrina lo que te recomendó el doctor. , tía; ejercicio, mucho ejercicio; siquiera una vuelta por la sala todos los días; ¡una vuelta, una sola, madrina! Eso de estar así, sentada, todo el día sentada, ¡no puede ser bueno!... ¡Pero... si... no puedo! murmuró. Un esfuerzo.... Tía Pepa me hizo una seña para que viera yo los pies de la enferma.

Y convencido de que lo sublime del propósito no empece a que se adopten los medios más eficaces para llevarlo a feliz remate, resolviose a comunicarlo con su madrina doña Eloisa y a pedirle ayuda. Grande fue el gozo de la buena señora al recibir la confidencia.

A la noticia de esta visita, Adela exclamó: «¡Que ese monstruo no venga aquí, porque me encontrará muertaYa ves, Eduardo, si soy dichoso y si Adela es digna de . Ella no había consentido en recluirse más que por deferencia a su madrina, cuya ternura y buenas intenciones no podía desconocer, y por su cariño abnegado hacia , que la he calumniado. ¡Olvida, olvida mis indignas sospechas!

Ya sabes que me ha pegado mucho madrina ayer... Mira, mira cómo tengo las manos... Me duele también la cabeza... ¡El suelo estaba tan duro!... Yo te quiero mucho... no te he acusado nunca a madrina...: ¡Suelta, suelta! repuso la costurera tratando de desasirse suavemente de sus pequeñas manos. No tengo más remedio que obedecer. La señora lo manda.

Y hasta madre me comprometo a ser si me le dan... le tomo, aunque esté sin cristianar. Yo le bautizaré. Pero no hay que hablar de esto. Me contento con ser madrina del primer Morenito que nazca, y le diré a mi marido que me lleve a Londres para el bautizo... Moreno se levantó. Se sentía muy mal, y las palabras de la Delfina le excitaban extraordinariamente.

Se hizo acostar muy temprano. Rezó largamente sus oraciones, pidiendo a la Virgen y a San José que velasen por su madrina... Y se durmió, mirando las tres colchas, que se había hecho poner junto a su camita. Costole mucho dormir. Pero, en cuanto se durmió, se le apareció en su sueño el hada madrina.

Palabra del Dia

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