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Actualizado: 6 de junio de 2025
La cama de palo santo con pabellón de brocatel de seda, cubierta por una colcha de damasco azul, un armarito de ébano con incrustaciones de marfil, que servía de escritorio al abrirse, una butaca confidente de raso azul, un tocador con espejo, forrado también de raso al igual que las paredes, un armario de espejo, de palo santo como la cama, y algunas sillas doradas.
El día anterior a la llegada de Tirso a Madrid, mientras don José, doña Manuela y Leocadia le esperaban con la satisfacción que consentía la larga separación sufrida, Pepe se entretuvo en arreglar para su hermano su propio cuarto, trasladando de la habitación que él ocupaba a otra más chica y de peores condiciones un armarito, dos perchas, el aguamanil y dos sillas, todo lo que componía su mobiliario, diciendo que él paraba poco en casa y, además, en cualquier parte estaría bien.
Las paredes estaban acolchadas con damasco amarillo; las sillas eran doradas igual que una mesilla de centro y un armarito para colocar chucherías. Observábase en aquella estancia, perteneciente a una mujer, el mismo desorden que suelen presentar los cuartos de los estudiantes o militares. Diversas prendas de vestir, enaguas, corsé, medias, andaban esparcidas por las sillas.
¡No, por Dios! ¡Concha, no, por Dios! respondía entre sollozos la criatura. Te quiero mucho... y a madrina también... Si no me pegas te he de dar mi caja de muñecas... ¿De veras? dijo dulcificándose. Sí, ahora mismo si la quieres. ¿Y el estuche de costura? También. ¿Y el armarito de espejo? Sí, el armarito también. Concha hizo ademán de vacilar. La niña la miraba con ojos ansiosos.
¿Qué muebles piensas enviar a casa de Engracia? Entre mañana y pasado mandaré una cómoda, un armarito, una lámpara y dos banastas con ropa: la cama y la butaca, el potro, como papá la llama, no podrán llevarse hasta el último momento. Bueno; pues ya lo sabes, por si antes no nos vemos: el sábado a las tres, sin falta, voy con la camilla. Asunto terminado.
A cada lado de la puerta había un armarito, y otro más ancho enfrente de ella; a cada lado de los otros dos de la cámara, un cómodo diván, y en el centro una mesita atornillada en el suelo, con las alas dispuestas de modo que podía servir para una docena de comensales. Todo lo conservaba Leto donde y como el inglés lo había dejado, por respeto cariñoso a la memoria de su amigo.
Palabra del Dia
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