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Actualizado: 2 de junio de 2025


Las diez o doce personas reunidas aquella tarde en el lujoso saloncito de la Marquesa, amigos íntimos y parientes que iban a felicitarla por ser su santo, habían permanecido largo rato formando grupitos separados hasta que alguien dijo en voz alta: Lo que usted oye; se han separado, él se queda en el cuarto donde hasta ahora han vivido juntos, y ella se está poniendo casa y se lleva al niño.

Después los circunstantes se fueron retirando lentamente y en la escalera se oyó el repique vibrante de la campanilla del sacristán anunciando que el Señor se alejaba de la casa. Quedaron solamente los íntimos. Un grupo de señoras invadió el cuarto de la enferma para felicitarla y enterarse de su estado.

Aunque me había dejado usted adivinar algo esta mañana, no podía yo sospechar en modo alguno la realidad. ¿Y usted? agregó, acompañándola hasta su asiento. Dígame: ¿Cuándo podré felicitarla yo a usted? ¿Felicitarme a ? ¿De dónde saca usted que pueda ocurrir tal cosa? ¿Es posible que llegue nunca ese caso? , Antoñita; casándose usted.

Casi diariamente recibía personas de la vecindad que se habían interesado por su curación y que iban a felicitarla por haber recobrado la salud. La viuda inició la conversación con unas cuantas palabras incoherentes que daban idea del tumulto de sus pensamientos. Señora le dijo , usted no esperaba seguramente... yo tampoco esperaba... Si hubiese sabido... Acabo de llegar de París, señora.

No tiene usted necesidad de excusa alguna, señora dijo entonces con entonación más amable. Por el contrario, grande ha sido mi satisfacción al encontrarla aquí, pues, desde mi llegada, apenas si he podido verla un momento... Precisamente tenía mucho interés en felicitarla por su excelente hijo, con quien tuve el gusto de trabar conocimiento ayer...

CIRILO. Prefiero permanecer al lado de mi querida madrina, que ha sido tan buena para y a la que yo deseaba tanto conocer. Sus cartas me sostuvieron durante las horas penosas. Tengo que felicitarla. ¡Escribe usted como madame Sevigné...! Tengo mis títulos académicos, aunque maldito si me sirven de algo. CIRILO. Una mujer no debe sentir nunca ser instruida, cuando es bonita.

Una mañana, después de oir misa con D. Valentín, estuvo Doña Blanca á visitar á Doña Antonia y á felicitarla por la venida de su cuñado; y fué con tal tino, que no se hallaba el Comendador en casa. Ni antes ni después de esta visita se dejaron ver Doña Blanca y D. Valentín de sus vecinos y amigos. En balde intentó repetidas veces Lucía sacar á paseo á Clara.

Pero á última hora la pequeña Sara intervino en la representación, y declamó su papel con tan sincera emoción y tan acabado arte, que «monseñor», maravillado, hubo de felicitarla. La futura actriz, fuera de , loca de alegría, vibrando de orgullo, rompió á llorar. Transcurrieron muchos meses, y aquella emoción purísima perduraba en la niña, y bañaba en luz radiante su almita ambiciosa.

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