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En una hoja de plátano, embadurnado de aceite para que no se pegue, deja destilar la melaza de unos caramelos, que derrite á la llama de unos tinsines que arden por cima de la hoja, sobre la que vemos perfectamente picado un poco de tabaco y otro poco de buyo, que mezcla y revuelve con la melaza, haciendo por último con todos aquellos compuestos, una especie de tabaco de las dimensiones de un primera habano.

Legalmente.... ¡Toma, caramelos! ¡Legalmente , pero vénganos con legalidades! ¡Y esos Judas condenados que nos faltaron cuando precisamente pendía de ellos la cosa! ¡El herrero de Gondás, los dos Ponlles, el albéitar...!

Elena miraba fijamente á Ricardo, como si no lo hubiese visto bien hasta entonces, y él evitaba el encuentro con sus ojos. Entró Pirovani llevando un gran paquete y vistiendo otro traje nuevo, cuadriculado de diversos colores, como la piel de un reptil. Señora marquesa: un amigo mío de Buenos Aires me ha enviado estos caramelos. Permítame usted que se los regale.

Cajas Imperio con la Recamier o Josefina tendidas en un sofá; cofres forrados de seda con pastorcitos de Wateau, verdaderas maletas de terciopelo flordelisado... Y las pobrecitas, ¡tan amables! con el gusto de exhibir los regalos de sus relaciones, hacen todas las tardes su ronda en el lado distinguido de la cubierta, y la gente pasa el viaje mascando caramelos y chocolates con crema.

¡Caramelos! exclamó Trujillo dando una palmada sobre el libro . Algo habrá, porque su poco de consumo hacen ustedes, y para ese consumo alguna cantidad, corta o larga, chica o grande, han de tener. Y lo que usted saca de las limosnas, ¿por qué no ha de anotarse? Vamos a ver, ¿por qué no ha de anotarse?». Benina le miró entre colérica y compadecida.

Acordóse el tío Frasquito de Matilde y Malek-Adhel, y se sintió enternecido; la emoción le produjo un golpe de tos violentísimo, que fue necesario calmar con tres caramelos de malvavisco. Porque Jacobo había acudido a él de nuevo en demanda de auxilio y abiértole su corazón hasta lo más recóndito. Era singular lo que por él pasaba, y en vano había intentado explicárselo.

Algunas señoras de la clase de parlamentarias, que acudían todas las tardes de bronca, rumiaban caramelos y miraban con extrañeza a aquel viejo de terrible fama, cuyo nombre jamás se pronunciaba en sus tertulias, admirando su aspecto bondadoso y la natural distinción con que llevaba la levita. ¡Parecía imposible!... En la tribuna diplomática sólo quedaba una señora lujosamente vestida, con un gran sombrero de plumas negras, tras el cual casi desaparecía un joven rubio, peinado en bandós, correcto y estirado.

"Tata Dios", que no tiene juguetes ni caramelos, y que se enoja con los niños malos o desobedientes, y los castiga, no se diferencia del "Cuco" sino en que éste hace siempre el mal, sin necesidad de enojarse previamente, porque es malo de profesión. También, si Dios no se enojase y no castigase, el niño no le haría pizca de caso.

Estás muy guapito con tu pañuelo liado en la cabeza, la nariz colorada, los ojos como tomates... Búrlate; mejor. Eso me gusta... Ya te daría yo mi constipado. No, si no quiero más caramelos. Con tus caramelos me has puesto el cuerpo como una confitería. Mamá... ¿Qué? ¿Estaré bueno mañana? Por Dios, tengan compasión de , háganme llevadera esta vida. Estoy en un potro. Me carga el sudar.

¡Caramelos! ¿Acabarás hoy? ¡Qué tormenta se prepara, María Santísima! ¡Qué viento... qué viento! Atiéndame, que esto no lo dicen ellos, sino Barbacana. Que esa persona de la casa Primitivo, vamos nos va a hacer una perrería gorda en la elección. ¿Eeeh? ¿ seque chocheas? Para, mula, a ver si oigo mejor. ¿Que Primitivo...?