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Actualizado: 25 de mayo de 2025
En resumen, señorita, el señor Neris, por motivos personales, desea que cierta correspondencia no pase por el castillo ni por las manos de los criados... No queriendo venir a recogerla él mismo, me encarga de ese cuidado cuando estoy aquí... Con la señorita Beaudoin la cosa me era indiferente... pero con usted...
Como si quisiera terminar cuanto antes su conversación con Manos Duras, le preguntó con forzada alegría: Usted me dijo una vez que me aprecia mucho y está dispuesto á hacer lo que yo le mande, por terrible que sea. Se llevó Manos Duras una mano al sombrero para saludar, y sonrió, mostrando sus dientes de lobo. Ordene lo que quiera, señora. ¿Desea que mate á alguien?
Recibe mi bendición, y ojalá te dé ella todos los bienes que la voluntad te desea.»
Estoy sumamente interesada en que logre usted lo que desea, tanto por mi prima, que es una lástima que consuma entre cuatro paredes su juventud, no teniendo vocación para ello, como por usted. Creo que de algo podré servirle en su campaña... Discurra usted, y vea si puede utilizarme, que tendré mucho gusto en ello.
Tal vez al morir, desatando o rompiendo mi alma estas infames cadenas que la detienen, se haga hábil para ese amor con que Vd. desea que nos amemos.
En el auto Psiquis y Cupido, es Psiquis el Alma humana, la Hija del cielo y el Amor es Cristo. El Mundo, el Deleite y Lucifer son galanes, que pretenden la mano de Psiquis, y se ven rechazados de ella, porque en sueños ha visto al Amor, á quien sólo desea pertenecer.
Cuando estas discusiones se hacen en sesiones de hombres desencontrados, son espuestas á las consecuencias de una revolucion, y esponen á que quede acéfalo el cuerpo político: pero si se empeñan por el órden y modo regular de los negocios gravísimos, no pueden menos de conducir como por la mano, á la vista del efecto que se desea.
Y ahora, ¿desea usted que le diga el nombre de ese joven? No murmuró levantando hacia él sus húmedos ojos; después añadió aturdidamente, con una vivacidad en que se descubría a la vez su contento y su angustia: Usted le ha visto... El es quien le ha hablado de mí... No, él tiene demasiado orgullo para confiarse así a un extraño.
Seguro del apoyo del gobierno, no le inspiraban miedo sus discursos, y hasta se atrevía á criticar su existencia privada, dudando de su aparente severidad y acusándolo de hipocresía. ¡Ah! ¿Conque es Momaren el que desea la muerte de ese pobre gigante? Después de proferir tales palabras, el senador se mostró dispuesto á aceptar sin resistencia todo lo que dijese Flimnap.
Allí vaciló un poco, porque seguía profesando a aquella habitación el mismo respeto que cuando niño. Raimundo dijo, viendo a un criado pasar, entra en el cuarto de papá y pregúntale si puede recibir al señorito Miguel, que desea hablarle. El criado tardó un rato en salir con la respuesta afirmativa. Miguel entró solo.
Palabra del Dia
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