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Mientras ella gemía por la estrechez de la casa, por la orientación defectuosa de las habitaciones, todas al Norte, y la fealdad de los papeles chillones, Julieta estaba en su oficina oyendo en silencio las explicaciones de la empleada saliente, la señorita Beaudoin, solterona impenitente que se había puesto amablemente a su disposición, pero que no limitaba desgraciadamente sus buenos oficios a lo referente a los «Correos y Telégrafos» y añadía un curso variado de economía doméstica, de conveniencias mundanas y de moral de las familias, mas un compendio histórico y biográfico de Candore y sus habitantes, sin olvidar la presentación obligatoria de todos los que asomaban la nariz por la ventanilla, y Dios sabe qué desfile era aquél...

La Beaudoin, al retirarse después de treinta años de servicios, se había jactado de continuar gobernando los «Correos y Telégrafos» bajo su sucesora, «una persona tan joven y tan inexperimentada a la que sería caritativo guiar y aconsejar

La señorita Beaudoin se habrá alegrado de su accidente de usted, pues la habría reemplazado de mala gana... La verdad es que nuestra señorita Blanca está tan linda que da gusto verla... Si lo desea usted, no se prive de ir a verla, Marcial, mientras yo timbro el correo... ¿No quiere usted que la ayude? Es inútil; acérqueme usted nada más la mesa... ¡Ajajá! Ya tengo todo lo que necesito.

Buenos días, señorita Beaudoin... Dispénseme usted si la molesto, pero necesito un sello de dos sueldos. ¡Qué suma de curiosidad en ese sacrificio de diez céntimos arrancados a la rapacidad campesina! Liette, sin parecer echarlo de ver, hacía silenciosamente su oficio, mientras la exempleada le susurraba al oído: La tendera de la esquina, una mujer muy lista.

Luego la señorita Beaudoin, que las echaba de fina y le reprendía por las más pequeñas cosas; y para acostumbrarle a las buenas maneras sacaba de su ridículo algún bombón acidulado como ella y se lo presentaba con las puntas de los dedos como si mandara ponerse de manos a un perrillo faldero.

En resumen, señorita, el señor Neris, por motivos personales, desea que cierta correspondencia no pase por el castillo ni por las manos de los criados... No queriendo venir a recogerla él mismo, me encarga de ese cuidado cuando estoy aquí... Con la señorita Beaudoin la cosa me era indiferente... pero con usted...