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Actualizado: 6 de mayo de 2025


Y fue muy buena por cierto la comida, porque Masicas no hacía sino lo que quería Loppi, y Loppi estaba pensando en cuando la conoció, que era como una rosa fina, y no le hablaba del miedo. Pero al otro día no le hizo Masicas tantas fiestas al morral de pescados. Y al otro, se puso a hablar sola. Y el sábado, le sacó la lengua en cuanto lo vio venir.

Pues soy Josef... el Idumeo... profesor en partos... intelectuales». v «Cállese usted, so guillati chillaba Segunda, que por los movimientos amenazadores que hizo, parecía dispuesta a desbaratar con un par de bofetadas la frágil persona del profesor idumeo . La culpa la tiene este morral que está aquí durmiéndola».

Las manos le bailaban a Loppi del asombro. Ya ves, leñador le dijo el camarón, que no soy desagradecido. Ven acá todas las mañanas, y en cuanto digas: «¡Al morral, pecestendrás el morral lleno, de los peces colorados, de los peces de plata, de los peces amarillos. Y si quieres algo más, ven y dime así: /P «Camaroncito duro, Sácame del apuro»: P/ y yo saldré, y veré lo que puedo hacer por ti.

El joven apresuró el paso sin contestarle, porque en el convento había aprendido á desconfiar de esos frailes vagabundos; sin contar con que del morral que el pordiosero llevaba á la espalda vió salir el hueso no muy mondo de una pierna de cordero que para la hubiera querido el buen Roger.

Con su presa en el morral, salió otra vez al camino que antes llevaba; y echándose la escopeta al hombro, marchó á largos pasos hacia su casa, pues ya había oído tocar á mediodía y no le gustaba hacer esperar á don Silvestre que de fijo, estaría arrimando las sillas á la mesa. Cerca ya de la portalada del mayorazgo, oyó un estrepitoso ruido.

El nombre de éste sonaba sin cesar en el silencio del crepúsculo, acompañado de toda clase de insultos. ¡Baixa, cobarde! ¡Asómat, morral! . ¡Baja, cobarde! ¡Asómate, morral! Y la barraca permanecía silenciosa y cerrada, como si la hubiesen abandonado.

Primitivo, después de soltar en un rincón la escopeta, vaciaba su morral, del cual salieron dos perdigones y una liebre muerta, con los ojos empañados y el pelaje maculado de sangraza.

Y el domingo, se le fue encima a Loppi, que volvía con su morral a cuestas. ¡Mal marido, mal hombre, mal compañero! ¡que me vas a matar a pescado! ¡que de verte el morral me da el alma vueltas! Y ¿qué quieres que te traiga, pues? dijo el pobre Loppi. Pues lo que comen todas las mujeres de los leñadores honrados: una sopa buena y un trozo de tocino.

Julián, no sabiendo qué hacer de su persona, quedóse pegado a don Eugenio, y le vio realizar dos proezas cinegéticas y meter en el morral dos pollitos de perdiz, tibios aún de la recién arrancada vida.

El camarón dio una vuelta en redondo, que le sacó al agua espuma, y se fue sobre Loppi, con las bocas abiertas: ¡A tu rincón, imbécil, a tu rincón! ¡los maridos cobardes hacen a las mujeres locas! ¡abajo el palacio, abajo el castillo, abajo la corona! ¡A tu casuca con tu mujer, marido cobarde! ¡A tu casuca con el morral vacío!

Palabra del Dia

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