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La madre casualidad los llevaba por sus ignorados derroteros; el Destino, en su misterioso molde, vaciaba esta humanidad y sacaba intrépidos mareantes o feroces negreros, exploradores audaces o vendedores de chinos. Para aquellos hombres, la moral era una cuestión de paralelo. El mar era el más grande escenario de los crímenes y violencias de los hombres.

Primitivo, después de soltar en un rincón la escopeta, vaciaba su morral, del cual salieron dos perdigones y una liebre muerta, con los ojos empañados y el pelaje maculado de sangraza.

Aquel Juan brioso, que andaba siempre escondido en las ocasiones de fama y alarde, pero visible apenas se sabía de una prerrogativa de la patria desconocida o del decoro y albedrío de algún hombre hollados; aquel batallador temible y áspero, a quien jamás se atrevieron a llegar, avergonzadas de antemano, las ofertas y seducciones corruptoras a que otros vociferantes de temple venal habían prestado oídos; aquel que llevaba siempre en el rostro pálido y enjuto como el resplandor de una luz alta y desconocida, y en los ojos el centelleo de la hoja de una espada; aquel que no veía desdicha sin que creyese deber suyo remediarla, y se miraba como un delincuente cada vez que no podía poner remedio a una desdicha; aquel amantísimo corazón, que sobre todo desamparo vaciaba su piedad inagotable, y sobre toda humildad, energía o hermosura prodigaba apasionadamente su amor, había cedido, en su vida de libros y abstracciones, a la dulce necesidad, tantas veces funesta, de apretar sobre su corazón una manecita blanca.

El filósofo vaciaba la botella. Acércate, muchacho dijo con el último trago, y caliéntate un poco: tienes frío; estás temblando... mi salón no es muy abrigado, pero, ya ves que la salud no se afecta: ni un resfriado me viene, quizá por aquello de: mala hierba... Vivo tan a gusto aquí y soy tan feliz, que no te envidio tus lujos; si aquí me he criado, ¡ajo! a nadie me molesta y hago mi santa voluntad, vagabundeando como un rentista, y sin importárseme de que el oro baje o suba: para , siempre está a la par.

Tenía buena fama en el lugar y echábase a dormir con ella y con cuantos querían; templaba gustos y careaba placeres. Llamábase la Paloma; alquilaba su casa y era corredora para alquilar otras. En todo el año no se vaciaba la posada de gente. Era de ver cómo ensayaba una muchacha en el taparse, lo primero enseñándola cuáles cosas había de descubrir de su cara.

Sentado este principio, la cuestión quedaba reducida a ver cómo se vaciaba el misterioso tesoro en las necesitadas manos de Milagros. Si una esposa fiel tomaba a su cargo esta empresa, que no era un arco de iglesia, bien podía efectuarse la trasferencia sin contar con Bringas para nada.

Delante de la puerta se hallaba el furgón de las municiones. Cuny salió exclamando: ¡Sea bien venida la señora Lefèvre! ¡Qué noche para las mujeres! Siéntense las señoras. ¿Qué pasa en el Donon? Mientras que se vaciaba la botella apresuradamente, fue preciso explicar lo sucedido otra vez.

Pero seguía llenándose el vaso entre bocado y bocado, paladeando el néctar frío y envidiando a los ricos que podían permitirse diariamente este placer de dioses. María de la Luz bebía tanto como su padre. Apenas vaciaba su copa, se apresuraba el señorito a llenarla. No eches más, Luis suplicaba. Mira que me voy a emborrachá. Esta bebía es traidora.

En aquella idea vaciaba, como en un molde, todo lo bueno que ella podía pensar y sentir; en aquella idea estampaba con sencilla fórmula el perfil más hermoso y quizás menos humano de su carácter, para dejar tras una impresión clara y enérgica de él. «Si me descuido pensó con gran ansiedad , me cogerá la muerte, y no podré hacer esto... ¡qué gran idea!... Ocurrírseme tal cosa es señal de que voy a ir derecha al Cielo... Pronto, pronto, que la vida se me va...». Llamando a Encarnación, le dijo: «Chiquilla, vete corriendito al cuarto de abajo, y le dices a D. Plácido que le necesito... ¿entiendes?, que le necesito, que suba... Anda, no te detengas.

Doña Luisa visitó diariamente el taller, como una buena madre que cuida del bienestar de su hijo para que trabaje mejor. Ella misma, quitándose los guantes, vaciaba los platillos de bronce repletos de colillas de cigarro y borraba en muebles y alfombras la ceniza caída de las pipas.