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Actualizado: 27 de julio de 2025
Ni huellas del traje clásico de los días de fiesta de los castizos mareantes: la ceñida chaqueta y los pantalones y la boina de paño azul obscuro, ésta con profusa borla de cordoncillo de seda negra; corbata, negra también, y también de seda, anudada sobre el pecho y medio cubierta por el ancho cuello doblado de una camisa sin planchar; zapato casi bajo, y media de color.
Es el paraje en que se efectúan todas las fiestas y regocijos públicos de la villa, las iluminaciones y verbenas, fuegos de artificio, ascensión de globos, música, danza y giraldilla: sirve además de punto de reunión para el gremio de mareantes cuando necesitan congregarse y tomar algún acuerdo, y de real para la feria y de campo de maniobras para los chiquillos de la escuela.
Cama con traspontin y arambel encarnado; armario donde guardar ropa, planos y libros; un sitial, dos sillas y una mesa donde pudieran comer dos personas: todos estos objetos son del gusto gótico dominante entonces. Se completa el mueblaje y adorno con una imagen de la Virgen, Maris Stella, de que eran devotos los mareantes, y ante la que cantaban la Salve todos los sábados.
Así se hizo sentir la fuerza de aquel acontecimiento excepcional, hasta en los hogares más apartados del calor de la política y de las pasiones de partido. En otra parte he hablado yo del desdeñoso estoicismo de los mareantes de Santander enfrente de la maravillosa transformación que venía verificándose en esta ciudad, así en lo moral como en lo material.
Eran los mareantes de su siglo, en general, parcos en los accesorios de adorno y pintura. Los fondos se ensebaban, reponiendo con frecuencia la capa, para lo cual ponían á monte los vasos; es decir, los varaban en cualquiera playa á propósito .
La colcha de damasco sube y baja con un compás monótono que incita á dormir. La atmósfera, cada vez más encendida y sofocante, empieza á verse surcada por algunos insectos alados que zumban con tonos agudos y mareantes. El reloj hace coro, cual otro insecto, con levísimo tic tac, al zumbido de sus compañeros. Una que otra vez se oye el chasquido de las maderas de la cama ó de los armarios.
Antes de pasar más adelante, debe saber el lector que desde tiempo inmemorial, existe entre los mareantes de la calle Alta y los de la del Mar, barrios diametralmente opuestos de Santander, una antipatía inextinguible. Cada barrio forma cabildo aparte, y no han querido para los dos un mismo patrono.
E aínda, pensaba el P. Guevara, que por privilegio no tienen los mareantes memoria del Miércoles de Ceniza, ni Semana Santa, ni Cuatro témporas, ni aun de la Cuaresma mayor, porque si ayunan, no es por la vigilia, sino porque les falta la vitualla.
El siguiente histórico ejemplar es recentísimo. Acababan de celebrarse en la iglesia de San Francisco las honras fúnebres por el alma de un pobre hombre que perteneció al Cabildo de mareantes de Abajo.
En el reino vegetal, señores, la nueva generación se os anuncia con una fuerte emisión de aromas mareantes, alguno de los cuales os afecta como si la esencia misma de vivir fuera apreciable al olfato. Las oleadas de fecundidad corren de una parte a otra, porque la atmósfera es mediadora, tercera o Celestina de invisibles amores. Sentís afectado por estas emanaciones lo más íntimo de vuestro ser.
Palabra del Dia
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