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Actualizado: 27 de julio de 2025


De los indios aprendió Colón, lo mismo que sus compañeros, la manera de dormir en hamacas colgadas que andando el tiempo se dieron á los mareantes .

¡Que no hay otro remedio! exclamaba Tremontorio, haciendo crujir los puños. ¡Eso lo veremos, tiña! ¿Quién lo ha mandao? El gubierno de arriba. ¿Quiénes son esos gubiernos pa meterse en la hacienda de los mareantes? ¿Qué saben ellos de cosas de la mar? El que manda, manda, tío Tremontorio. ¡No en mi casa, tiña! Pues la ley es ley ahora y siempre.

Muy poco más duró nuestra conversación. Al despedirme, tendí la mano á aquéllos heroicos y honrados marineros, y dije al moribundo Alcides del Cabildo de Abajo: Hasta la vista, amigo. Y ¿por qué no, tiña! me respondió, dando á mis palabras mayor alcance del que yo les había dado. Mareantes sernos todos de la mar de acá, y en rumbo vamos del mesmo puerto.

La madre casualidad los llevaba por sus ignorados derroteros; el Destino, en su misterioso molde, vaciaba esta humanidad y sacaba intrépidos mareantes o feroces negreros, exploradores audaces o vendedores de chinos. Para aquellos hombres, la moral era una cuestión de paralelo. El mar era el más grande escenario de los crímenes y violencias de los hombres.

Ya tiene algunos partidarios casi entusiastas, entre los mareantes y los zapateros, a quienes se digna hablar, de tarde en cuando, de Compte, de Büchner y de Lombroso, asegurándoles de pasada que él conoce hasta la última palabra de la ciencia experimental, escoba y azote del viejo mundo teológico y metafísico.

Unas veces firmaba con su nombre, otras con cualquier gracioso pseudónimo o anagrama. Celebraban los mareantes una fiesta en honor de San Telmo: don Rosendo escribía inmediatamente su carta al Progreso de Lancia o a La Abeja, describiendo la verbena, los fuegos artificiales, la misa, la procesión, etc.

Antes de pasar más adelante, debe saber el lector que, desde tiempo inmemorial, existe entre los mareantes de la calle Alta y los de la del Mar, barrios diametralmente opuestos de Santander, una antipatía inextinguible. Cada barrio forma cabildo aparte, y no han querido para los dos un mismo patrono.

Deliberando sobre esto quedaban a las nueve y media todavía, mientras Tinito, que tenía su plan, continuaba encerrado en casa, donde había recibido, por conducto de su padre, las felicitaciones de los cuatro prosélitos que, como se sabe, tenía entre los gremios de zapateros y mareantes. Esto había enorgullecido mucho al tabernero, y le había parecido a él signo de buen augurio.

Palabra del Dia

gallardísimo

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